En los últimos cincuenta años, los videojuegos han expandido sus límites generando un alto impacto en la cultura y la sociedad, convirtiéndose en motor económico y de cambio tecnológico y científico. Y es que la industria del videojuego genera en la actualidad 120.100 millones de dólares al año -superando a la industria del cine y de la televisión juntas-. Además, es un sector cultural que fascina a más de 1.200 millones de jugadores y jugadoras en el mundo. Y por algo será.
Pero todo ello no da cuenta de la complejidad y magnitud del fenómeno. Lo que realmente hace únicos a los videojuegos es que que se trata de la primera toma de contacto de la sociedad con la tecnología. Como cuenta Eurídice Cabanes, filósofa especializada en Filosofía de la Tecnología y comisaria de nuestra pasada muestra #VideojuegosLaExpo, “los primeros ordenadores personales en entrar en las casas fueron las consolas de videojuegos. Fueron las que movieron y promovieron las mejoras tecnológicas que disfrutamos hoy”.
Pero no sólo la tecnología ha cambiado de la mano de los videojuegos, nosotros también lo hemos hecho. Juguemos o no a videojuegos, los elementos del juego están presentes en nuestras interacciones en las redes sociales, en nuestra búsqueda de pareja, en la selección de empleo y en prácticamente todos los aspectos de nuestra vida. Y es que estudiar el videojuego hoy en día es estudiar nuestra contemporaneidad.
Además, la industria del videojuego se han convertido en un medio muy representativo en nuestra cultura y dentro de las expresiones artísticas: no solo para que el público juegue y consuma, sino también para que sus autores expresen opiniones y transmitan mensajes artísticos, políticos, personales u otros mensajes importantes. Como explica, Robin Baumgarten, desarrollador experimental de hardware de videojuegos, “la percepción general sobre los videojuegos se ha ampliado. No solo son considerados un pasatiempo, sino también un medio artístico válido y una parte valiosa de nuestras vidas.”.
Asistimos así, a la madurez del medio. Los videojuegos han ensanchado sus límites, sus nichos para mezclarse con otras formas de arte y otras disciplinas como la educación, el urbanismo, la producción científica… En palabras de Konstantinos Dimopoulos, diseñador de escenarios para videojuegos “son arte y, como tal, tienen una función y están sometidos al curso de la vida humana y a las preocupaciones de la sociedad (como cualquier otro medio). A menudo, los videojuegos aspiran a formar parte de discursos culturales y políticos más amplios, y más de una vez han logrado provocar profundas reflexiones políticas”.