22.04.2020

Espacio Madresfera en casa. La convivencia (II): la casa multiusos al poder

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¡Hola de nuevo, desde casa!

Una semana más, regresamos desde nuestro encierro en familia, para encontrarnos con vosotros en ‘Espacio Madresfera en casa’, leyendo y conversando sobre lo que estamos viviendo.

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Hoy, con alegría y optimismo renovados a tope, queremos homenajear a las familias que estáis demostrando con vuestra creatividad que un salón puede ser perfectamente un aula improvisado, la cocina, el plató de un concurso de cocina, el pasillo es una pista de patinaje y el dormitorio en una sala de juegos única.

Está claro que no será lo mismo compartir 40 metros cuadrados que 120, y que balcón, jardín, terraza, o hasta espacio para un par de tiestos, marcan una diferencia abismal en cuanto a posibilidad de esparcimiento familiar. Pero partimos de la base de que lo que hay es lo que tenemos. Así que con eso haremos lo que podamos.

Eso sí, tengas los metros que tengas, todas las situaciones relacionadas con la convivencia en familia durante estas semanas podrían, perfectamente, resumirse, condensarse y explicarse en una sola y poderosa regla:

Cualquier metro cuadrado de la casa, sea ésta del espacio que sea, puede ser reclamado automáticamente por y para los niños.

Esta fórmula, nada comprobada científicamente y por supuesto sin evidencia pero tampoco dudas, puede gustar más o menos, pero, una vez asimilada y aceptada con estoicismo, supondrá para el progenitor/progenitores una paz mental muy valiosa actualmente.

Porque, no nos engañemos, las cuqui-reglas del orden que podemos intentar que imperen en nuestras casas en circunstancias no pandémicas han saltado por los aires durante estas semanas.

El teletrabajo, o esta locura que está siendo intentar trabajar en estas circunstancias, ha convertido salones, cocinas, habitaciones, esquinas del pasillo, en improvisados despachitos, decorados para videollamadas con azulejos de la cocina de fondo. Y por supuesto con actores invitados de excepción, incluso en ruedas de prensa de periodistas con políticos desde sus casas.

Y qué podemos decir del espacio habilitado para que los niños/as hagan sus tareas estos días… Como ya contábamos aquí, el cole se ha materializado, como buenamente ha podido, en salones, en cocinas o incluso colonizando balconcitos con vistas. Lo que nos apañe para que los niños encuentren su momento de concentración, si es que eso existe, y mucho más ahora, y a ser posible con acceso rápido para padres/madres, para poder acercarnos a resolver cómo demonios se seleccionan las respuestas en el libro digital o por qué no puede acceder a la ficha escaneada que le han enviado desde el cole…

Metros de cables para conectar portátiles de hace siglos que hemos rescatado y que tardan 3 horas en encenderse invaden nuestros salones, impresoras echando humos e imprimiendo a doble cara (¡y nada de imprimir en color, que no hay cartuchos!) para aprovechar los folios, cargadores que ya ni sabíamos para qué dispositivos eran se apelotonan en los enchufes. Y eso, si es que tenemos para todos, claro.

Otro de los ambientes que hemos descubierto en nuestras casas, cual espacio polivalente que lo mismo te sirve para un evento con famosos que para una reunión de directivos, es el salón-gimnasio-sala de baile. Existe la opción premium de poder salir a la terraza, en función de sus metros, claro, que todo sea dicho, nos permite al resto participar en las sesiones como espectadores.

Pero la opción indoor es la que nos quedamos, al menos una servidora. Y supone incluir una nueva rutina para el acondicionamiento: la previa retirada de muebles, conseguir sacar unos metros útiles en los que no nos choquemos los cuatro, cubrir la alfombra con toallas, esterillas o lo que tengamos más a mano, y luego pelearnos durante varios minutos para encontrar cada uno nuestro sitio y así esquivar patadas accidentales que nos manden directos a Urgencias.

Estos espacios improvisados nos valen tanto para copiar, con más o menos acierto, a gente super coordinada en vídeos de YouTube, a imitar las posturas imposibles de las profes de yoga, a darle sin miramientos al baile frenético con el Just Dance, o simplemente para que los niños practiquen ese noble arte de la lucha libre, tan liberador en estos tiempos… Eso sí, siempre con la premisa de que no vale romperse nada, que no podemos ir corriendo al hospital. Como si repetir ese mantra muchas veces en nuestras cabezas de progenitores incluyera a nuestros hijos en una burbuja protectora válida para todas las trifulcas.

Por supuesto, qué decir de las cocinas… Grandes, pequeñas, diminutas, sean como sean, son, sin duda, grandes protagonistas durante esta pandemia Y, seguramente si pudieran hablar exigirían una prima por sobreesfuerzo. Electrodomésticos sin apenas horas de vuelo que, de repente, se han enfrentado a miles, millones de aficionados a la repostería interesados en conseguir el bizcocho perfecto, pan casero, o mucho más allá, el menú perfecto del confinamiento.

Y por último, pero no menos importante, hay un espacio del que ya os hablábamos en el post anterior sobre el silencio y que no podemos dejar de mencionar. Ese rincón al que acudes para no hacer nada, ese baño al que acudes como excusa para no cruzarte con nadie, esa cama en la que te metes como refugio frente a la incertidumbre, esa ventana a la que acudes como escapada mental frente al encierro, ese sofá en el despacho en el que llorar cuando todos se han acostado, el balcón desde el que aplaudís todos cada día

Esos pequeños huecos que nos deja esta convivencia tan intensa, tan luchada, tan plagada de encuentros, y a los que acudimos para sentirnos, durante un ratito, un poco solos, un poco con nosotros mismos.

Seguro que hay muchos más. Cada uno, en cada casa, tenéis los vuestros. Espacios en los que, día a día, la vida se va abriendo paso. Y que algún día, esperamos que muy pronto, volverán a ser solo salones, cocinas, baños de una “normalidad” para siempre cambiada. Mientras tanto, mucho ánimo y adelante.

¡Ya queda menos!

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