Un ojo americano y otro europeo
Nacido en Nueva York en 1928, en el seno de una familia de inmigrantes judíos húngaros, creció en el barrio irlandés de Manhattan. A los quince años se inscribió en el City College de Nueva York para estudiar Sociología. Durante la ocupación alemana trabajaba como operador de radio, realizaba dibujos animados para el periódico militar y jugaba al póquer, lo cual le permitió ganar una cámara Rolleiflex.
En 1947 se traslada a París para estudiar en la Sorbona y esta será su catapulta internacional, llegando a exponer en 1951 en Milán. En 1954 regresó a Nueva York durante unos meses. Fue entonces cuando conoció a Alexander Libermann, director artístico de la revista Vogue, que, impresionado por sus fotografías abstractas, le ofreció un contrato. Klein revolucionó la fotografía de moda con su innovador método, consistente en colocar maniquíes en la calle. Al mismo tiempo, su actividad en la revista le permitía financiar un proyecto personal: fotografiar a la ciudad y a los neoyorquinos de forma etnográfica, “como un antropólogo trataría a los zulúes”.
De ese proyecto nacerá la idea de una especie de diario de su regreso a casa “a través de un ojo americano y uno europeo”. Inicialmente, el libro solo se publicará en Francia. Los editores estadounidenses no reconocen en las fotografías de Klein la imagen que ellos quieren proyectar de la alta sociedad neoyorkina, más blanca, aburrida y distante. No obstante, el libro se erigió como un monumento propio y las ediciones italiana, británica y japonesa siguieron de cerca a la francesa, recibió el premio francés de fotografía Nadar.
Para Klein, Nueva York –sus idiosincrasias, sus barrios, sus carnavales y sus excesos– representa una tierra exótica que le corresponde a él explicar. Klein toma las calles, se mezcla con la multitud, recorre las aceras de Harlem, el Bronx o la Quinta Avenida. Sus fotografías no son posados ni se toman a escondidas. Son cercanas, personales. Klein rompe la distancia impuesta por la tecnología y las normas sociales. Se acerca tanto al sujeto que el gran angular lo deforma, y estos accidentes visuales desembocan en un lenguaje fotográfico original y expresionista, germen de la llamada “fotografía callejera”. Para Klein, la calle se convierte en un escenario vasto y generoso, un circo al aire libre en blanco y negro. A través de su mirada bicultural, Klein nos mira, directamente, a los ojos.
El centro Georges Pompidou de París, el Tate Modern de Londres, el Fotografiemuseum Amsterdam, el Botanical de Bruselas, el C/O Berlín, el Palazzo della Ragione de Milán o el 21-21 de Tokio son algunos de los centros culturales que han albergado la vasta y heterogénea antología de Klein. Y ahora, del 7 de junio al 22 de septiembre, en la tercera planta de Espacio Fundación Telefónica.