La exposición ‘Julio Verne. Los límites de la imaginación’ es un viaje apasionante por el siglo XIX, y en ella no podía faltar una de las innovaciones que mejor definieron la época del escritor: el telégrafo. Esta invención es una de las protagonistas de nuestra exposición permanente ‘Historia de las Telecomunicaciones’, por lo que hemos querido aprovechar esta conexión y hablaros aquí sobre el telégrafo y su papel en la obra de Verne.
• El contexto
Durante la primera mitad del siglo XIX el telégrafo eléctrico revolucionó la manera de comunicarse a distancia entre las personas. Por primera vez la información fluía de manera instantánea gracias al tendido de cables telegráficos, que en unos años se había extendido a lo largo y ancho de la Tierra. Pero mientras que por los continentes el cableado había sido relativamente fácil de instalar, los problemas comenzaron cuando se trató de superar los océanos. A mediados de ese siglo, las noticias entre Europa y América del Norte tardaban en llegar las dos semanas que un barco de vapor necesitaba para cruzar el océano. Por eso, tomando como referente el cable submarino que había conectado los dos extremos del estrecho de Calais unos años antes, se decidió terminar con esa situación.
• Comienza la aventura
Un equipo formado por los mejores ingenieros diseñó un cable submarino de más de 3.000 km de longitud destinado a unir Irlanda y Terranova, los dos extremos más cercanos entre ambos continentes. El primer intento se realizó en el verano de 1857, para aprovechar el buen tiempo. A pesar de que los ingenieros habían puesto especial cuidado a la hora de calcular el grosor que el cable debía tener para aguantar la tensión, éste se acabó rompiendo y la misión se tuvo que posponer hasta el año siguiente. En 1858, después de varios incidentes, por fin se consiguió tender el cable en su totalidad.
El escritor José de la Peña describe este episodio como “la gran epopeya” de las telecomunicaciones y lo compara con la llegada del hombre a la Luna. Y es que la dificultad de estas aventuras y el enorme interés que despertaron entre sus contemporáneos fueron similares en ambos casos. Al cable submarino se le dedicaron titulares en prensa, bailes, desfiles, banquetes, celebraciones religiosas… La joyería Tiffany, nos cuenta de la Peña en Historias de las Telecomunicaciones, “compró el sobrante del cable submarino, lo cortó en pedazos y lo vendió como recuerdo a miles de personas agregándoles bandas de plata con inscripciones conmemorativas en los extremos”.
• La inspiración
Sin embargo, a las cuatro semanas, este cable dejó de funcionar, y fue necesaria una tercera intentona en 1866 para que por fin América y Europa quedaran unidas definitivamente. Lo que hasta ese momento se había visto como una empresa casi imposible se había logrado: por fin, el mundo comenzó a estar conectado a tiempo real
Una de las consecuencias de esta conquista fue que, de pronto, la gente empezó a ser consciente de la diferencia horaria presente en las distintas partes del mundo: mientras que en algunos lugares unos se despertaban, en las antípodas otros se acostaban.
En ese desfase horario se inspiró Julio Verne para escribir La Vuelta al mundo en 80 días. En la novela, Passepartout, el ayudante de Phileas Fogg, se da cuenta de que, al viajar en dirección contraria al Sol, han ganado un día y que, por lo tanto, han salido victoriosos de su apuesta con los caballeros del Reform Club.
Además de en esta obra, el escritor, que ya desde pequeño había estado fascinado por el telégrafo (llegó a pedir a sus padres que le regalasen uno), utilizó este medio de comunicación en varias de sus novelas. En Miguel Strogoff, por ejemplo, el protagonista tiene que cruzar todo el territorio ruso para entregar un mensaje, porque los invasores tártaros han cortado los cables telegráficos.
En ‘Los límites de la imaginación’ podrás descubrir qué otras innovaciones tecnológicas del siglo XIX inspiraron a Verne, un auténtico apasionado del progreso; y qué inventores, aventureros o artistas se inspiraron a su vez en sus novelas.