Era bien conocida la capacidad de Alfred Hitchcock para jugar con la mente de sus espectadores, quienes, una vez sentados en sus butacas, quedaban a merced de las sensaciones despertadas por los hábiles recursos cinematográficos del director. Hoy en día la fuerza de muchos de esos recursos permanece intacta, sus películas siguen sumergiéndonos en determinadas atmósferas, generando en nosotros una incómoda tensión, logrando que nos identifiquemos con sus protagonistas…
Analizar las astucias de las que se sirvió el británico resulta fascinante, pero también complejo: en muchas ocasiones se trataba de «trucos» sutiles, que podían fácilmente pasar desapercibidos y actuar a nivel más inconsciente en su público. Uno de ellos era la ausencia.
Quien haya visto ‘Los pájaros’ (1963) seguramente recuerde la tensión que destilaba la película, una tensión continua que resulta mucho más terrible que los propios ataques de las gaviotas y los cuervos. Para amplificar esta sensación Hitchcock tomó una decisión muy original: realizar una película sin banda sonora. La ausencia de un elemento como la música, tan característico del cine (aun cuando el cine era mudo el acompañamiento musical en directo era una constante), logra que el espectador no se sienta cómodo.
Otra de sus películas más icónicas, ‘Vértigo’ (1958), vuelve a jugar con la ausencia en la búsqueda de una reacción determinada por parte del público, en este caso sirviéndose del color como recurso. Hitchcock asoció a Madeleine (el personaje interpretado por Kim Novak) al verde, y planeó que la primera aparición protagonista de este color en pantalla fuese a través de ella. Al ver a Madeleine quedamos por tanto tan impactados como Scottie (James Stewart), no sólo por su belleza y elegancia, sino también por la súbita aparición del color verde, tras una primera parte de la película que ignoraba ese color en beneficio del rojo, el azul y el amarillo.
Podemos encontrar un tipo de ausencia distinto en ‘Rebeca’ (1940). Su primera película estadounidense contaba con una protagonista (Joan Fontaine) que no lo era, ya que la persona que daba nombre al film y que todo lo permeaba jamás aparecía en pantalla. El personaje interpretado por Fontaine resulta incluso más ensombrecido gracias a que, durante todo el largometraje, no se pronuncia su nombre ni en una sola ocasión. Esta ocurrencia, sin embargo, no puede atribuírsele a Hitchcock, ya que el director se sirvió de una técnica utilizada por… Daphne du Maurier, autora de la novela en la que se basó la película.
Esperamos que esta entrada os haya despertado las ganas de profundizar en el universo hitchcockiano, y os animamos a que vengáis a ver la exposición ‘Hitchcock. Más allá del suspense’, en el Espacio Fundación Telefónica de Madrid hasta el 5 de febrero de 2017.