Localizado en el corazón de Madrid, el Espacio es un punto de encuentro y de reunión para todos los públicos. Se encuentra ubicado en el emblemático rascacielos (1930) de Ignacio de Cárdenas, considerado una de las joyas de la arquitectura de principios del siglo XX.
S D y Festivos : 11:00 - 20:00
Localizado en el corazón de Madrid, el Espacio es un punto de encuentro y de reunión para todos los públicos. Se encuentra ubicado en el emblemático rascacielos (1930) de Ignacio de Cárdenas, considerado una de las joyas de la arquitectura de principios del siglo XX.
En 6.000 m2, repartidos en 4 plantas, el Espacio ofrece una programación abierta, variada y plural. A través de diversos escenarios y con el apoyo de expertos de diferentes disciplinas creativas y artísticas aportamos valor a conceptos como cultura, conocimiento y aprendizaje. A diario, además de la programación expositiva y del Auditorio, hay visitas guiadas que amplían la información de las exposiciones y revelan detalles del edificio de Telefónica, así como su historia.
Más que un Espacio
En pleno corazón de Madrid, el Espacio se encuentra ubicado uno de los edificios más emblemáticos de la Gran Vía y forma parte del proyecto de rehabilitación integral del que fuera el primer rascacielos de Europa.
El proyecto, coordinado por Fundación Telefónica y el estudio Quanto Arquitectura dirigido por el arquitecto Miguel García Alonso, en colaboración con otros estudios de arquitectura, ha restaurado y puesto en valor la arquitectura industrial original del edificio, creando los espacios funcionales y polivalentes que acogen el patrimonio tecnológico y artístico de la Fundación, así como exposiciones realizadas con terceros y actividades culturales de todo tipo: conferencias, ciclos de cine y música, entre otros.
Historia del Edificio
El 1 de enero de 1930 se dieron por finalizadas las obras del edificio de Telefónica en la Gran Vía. Un proyecto realizado por Luis Ignacio de Cárdenas, arquitecto de la compañía Telefónica, quien lo finalizó en un plazo de tres años, siguiendo los parámetros de los grandes rascacielos norteamericanos y las premisas de la International Telephone and Telegraph (ITT), empresa americana involucrada en la creación en 1924 de la Compañía Telefónica.
Desde este edificio, antes de que estuviera concluido, Alfonso XIII realizó la primera llamada telefónica transoceánica, conversando en 1928 con el presidente de los Estados Unidos, Calvin Coolidge, que se encontraba en la Cámara de Comercio de Washington.
Se convirtió en uno de los edificios más célebres de Madrid y un motivo de orgullo para sus ciudadanos. Con sus casi 90 metros de altura, se incorporó para siempre a la línea del horizonte de la ciudad. Reconocido como el primer rascacielos edificado en Europa y como el edificio más alto de todo el continente, su aspecto neoyorquino contribuyó a dar a Madrid ese aire moderno y cosmopolita que ha perdurado hasta nuestros días.
En 1930 albergaba unos 1.800 empleados, entre los que destacaban las operadoras telefónicas, que cubrían en turnos de hasta 150 señoritas en los momentos de mayor tráfico, . guardias y la totalidad de los servicios de conexión telefónica. En esta época, en que la incorporación de la mujer al mundo del trabajo era escasa, contribuyeron a dar una imagen de modernidad a la propia Compañía e incluso al paisaje urbano de la Gran Vía y de todo Madrid.
Un capítulo importante en la historia del edificio se produjo durante la Guerra Civil española. Al comenzar el asedio de Madrid, la Telefónica fue objetivo prioritario, tanto por su altura, por su cercanía a la línea del frente y por tratarse del centro de comunicaciones más importante del país. Sus sótanos fueron usados como refugio frente a los bombardeos y el edificio recibió la descarga de numerosas bombas y obuses.
El gobierno instaló la oficina de censura de prensa en el edificio con el periodista y escritor, Arturo Barea, como responsable. Desde aquí, se realizaban las conexiones internacionales y los corresponsales extranjeros enviaban sus artículos al mundo. Desde esta sede transmitieron sus crónicas escritores como John Dos Passos, Ernest Hemingway o el autor de “El Principito” Antoine De Saint-Exupéry.
El edificio sufrió diferentes modificaciones a lo largo de los años: una ampliación a mediados de los años 50, así como modificaciones posteriores, la última de ellas llevada a cabo en 2012, con la apertura del Espacio Fundación Telefónica. Con sus más de 80 años de vida, aquel visitante neoyorquino instalado en la Gran Vía madrileña ha sabido adaptar sus usos y ser puente entre el pasado y el futuro, sin dejar de ser un icono de la ciudad de Madrid y un símbolo, al mismo tiempo, de solidez y modernidad. Revive los 80 años de Telefónica en la Gran Vía, a través de este vídeo.
Entorno y arquitectura
Localizado en el corazón de Madrid, el Espacio es un punto de encuentro y de reunión para todos los públicos. Se encuentra ubicado en el emblemático edificio de la Gran Vía madrileña, como parte del proyecto de rehabilitación integral de este emblemático rascacielos (1930) de Ignacio de Cárdenas, considerado una de las joyas de la arquitectura de principios del siglo XX. El proyecto, coordinado por Fundación Telefónica y el estudio Quanto Arquitectura dirigido por el arquitecto Miguel García Alonso, en colaboración con otros estudios de arquitectura, ha restaurado y puesto en valor la arquitectura industrial original del edificio, creando los espacios funcionales y polivalentes que acogen el patrimonio tecnológico y artístico de la Fundación, así como exposiciones realizadas con terceros y actividades culturales de todo tipo: conferencias, ciclos de cine y música, entre otros.
“Nuestra intención es devolver el edificio, que ha sido el alma de Telefónica durante ochenta años, a un nuevo entorno cultural y tecnológico. Hemos buscado comunicar los orígenes y el corazón de Telefónica a la sociedad y lo hemos hecho resaltando la arquitectura industrial del edificio, enseñando todas sus instalaciones y su sistema constructivo”, asegura García Alonso.
A lo largo de sus 6.000 m2 y sus cuatro pisos, el Espacio recupera las plantas diáfanas que existían en el diseño original del edificio, unidas por un gran atrio que las recorre en vertical, lo que contribuye a la versatilidad en el uso museístico de las salas y los programas expositivos temporales, las zonas de encuentro y de consulta, las aulas, el archivo de obras, etc., delegando siempre el protagonismo en los elementos originales del edificio. En ese sentido, el Espacio ha conservado la estética industrial original, a la que añade “recursos” de nuestros días como el hierro de la estructura de la escalera helicoidal revestido con planchas de acero, los suelos de hormigón pulido y de acero inoxidable, los pilares de acero, los techos metálicos y la madera de roble, que dialogan con el nacimiento de las vanguardias históricas y arquitectónicas del pasado siglo.
Curiosidades
¿Sabías que? El espacio tiene 82 pilares vistos de acero roblonado -originales del edificio- que han sido pintados en color plata.
Para reformar el Auditorio de la planta 2 se ha aprovechado el mismo espacio y la misma geometría del existente, pero se han sustituido el estrado y el muro trasero por grandes puertas correderas. El asiento cerrado es una bancada y abierto se convierte en una confortable butaca. El aforo, que recuerda en su gradería corrida semicircular a los teatros griegos, es de 175 plazas más cuatro más para personas con movilidad reducida.
La escalera con forma helicoidal adosada a la fachada de la calle Fuencarral está formada por una estructura tubular revestida con planchas de acero cortén que sirve de apoyo a la fachada y a la misma escalera. Por sus características de oxidación y sus tonalidades de color rojizo, el acero cortén es muy valorado desde el punto de vista artístico por arquitectos y escultores. Ha sido utilizado en obras como el mítico edificio del banco BBVA (Madrid) de Francisco Javier Saenz de Oíza, el Peine de los Vientos (San Sebastián) de Eduardo Chillida y La Materia del tiempo (Museo Guggenheim, Bilbao) de Richard Serra. Además, se han empleado para su construcción 82 toneladas de acero
Para la colocación de la barandillas de vidrio de la escalera se contó con la colaboración de cristaleros-alpinistas que trabajaron descolgados con cuerdas a 20 metros de altura.