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18.01.2017

¿Para qué grabar el sonido?

Las primeras «máquinas parlantes» y sus muchos usos

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El siglo XIX estuvo repleto de fascinantes innovaciones, y una de las que más sorpresa causó fue el fonógrafo tinfoil, la máquina parlante inventada por Edison en 1877. Este aparato marcó un verdadero hito, ya que fue el primero en grabar sonidos y después reproducirlos, por muy chirriantes que éstos resultasen. En diciembre de ese año la prestigiosa revista Scientific American publicó un artículo explicando su funcionamiento, y también la teatral manera en la que el inventor les había presentado su última hazaña. Edison había entrado en las oficinas de la revista, colocado una pequeña máquina sobre una mesa y girado su manivela: inmediatamente el aparato había comenzado a preguntarles por su salud y a comentar que él estaba muy bien.

En junio de 1878 Edison publicó en la revista North American Review diez posibles usos para el fonógrafo, pero no fue el único en imaginar las ventajas que presentaba el registro sonoro, ni el único en innovar en ese campo. Gracias a su labor y a la de numerosos otros, las primeras máquinas “atrapasonidos” se utilizaron…

Para estudiar el sonido

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Fonoautógrafo y ejemplo de grabación (fonoautograma)

El fonógrafo tinfoil (llamado así por el cilindro recubierto de papel de aluminio sobre el que se realizaban las grabaciones) fue el primer aparato en reproducir el sonido, pero el primero en registrarlo data de 20 años antes. Édouard-Léon Scott de Martinville creó en 1857 el fonoautógrafo, inspirado en el funcionamiento del oído humano. Éste lograba convertir las ondas sonoras en ondas gráficas registradas sobre papel ahumado. Parece ser que, aunque el principal fin del francés fuese servirse de su invención para realizar investigaciones sobre el sonido, éste también tenía a los grandes intérpretes musicales en mente, ya que consideraba que el fonoautógrafo podía hacer inmortal el talento de «aquellos grandes artistas que mueren sin dejar tras de sí el más breve rastro de su genio».

Para el dictado

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Utilización de un fonógrafo durante un juicio

El Laboratorio Volta tomó el testigo de Edison y en 1887 mejoró su fonógrafo gracias a un nuevo soporte: del papel de estaño sobre el que se registraba el sonido se pasó al cilindro de cera, que proporcionaba una calidad sonora muy superior. A partir de esta mejoría técnica el fonógrafo comenzó a proponerse seriamente para distintos fines prácticos, entre ellos el dictado. Con él se pretendía sustituir la imprecisa taquigrafía manual por un aparato completamente fiable y sencillo de usar, pero los taquígrafos que lo utilizaron destacaron su dificultad de manejo, lo que propició que el fonógrafo no prosperase en este ámbito.

Para que las muñecas hablasen

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Anuncio de la muñeca fonográfica de Edison

Edison tuvo la ocurrencia de llevar el fonógrafo al mundo del juguete, llegando a producir elegantes muñecas parlantes en 1890. Esta curiosa aventura empresarial no resultó ser sin embargo su mejor apuesta: la producción de muñecas cesó a las seis semanas. El aterrador sonido que éstas emitían, más propio de un ser del inframundo que de una dulce niña, resulta clave para explicar su fracaso. A través de estas muñecas las máquinas parlantes comenzaron a adentrarse por tanto en la esfera del ocio, pero todavía sin éxito.

Para conservar la voz de seres queridos

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El registro sonoro se imaginó también como una manera de conservar la voz de un familiar que iba a fallecer o de enviar románticas «notas de voz» a amados y amadas. De esta manera se podía atesorar algo más que una fría foto como recuerdo, y se podía enviar algo más emocionante que una carta. En esta publicidad de 1913 podemos ver a una elegante señorita registrando su voz en un fonógrafo para posteriormente enviársela a (posiblemente) su prometido.

Para deleitar a las masas

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Salón fonográfico / ©U.S. Dept. of the Interior

En 1889 una sucursal de la Edison Phonograph Company tuvo la interesante idea de colocar fonógrafos en espacios públicos como estaciones de tren y hoteles, y en lugares especialmente dedicados a ello, que fueron denominados «salones fonográficos». El fin: que a cambio de unas monedas se pudiesen escuchar dos minutos (la duración que permitían los cilindros) de chistes, lecturas dramatizadas, recitaciones pormenorizadas de grandes eventos… y música. Esta iniciativa obtuvo un enorme éxito, y logró que el fonógrafo comenzase a dirigirse con paso firme hacia el mundo del entretenimiento. En dos años (1889-1890) se instalaron 1200 máquinas, que llegaron a recaudar 1000 dólares en tan sólo 6 meses (una cantidad desorbitada para la época). La demanda de nuevos sonidos fue creciendo exponencialmente, por lo que Edison y sus competidores crearon sus propios estudios de grabación.

Poco a poco la relación entre música y máquinas parlantes comenzó a estrecharse: las últimas grabaciones musicales de los grandes intérpretes del momento se fueron convirtiendo en lo más deseado por el público. El resto de fines a los que estos aparatos se habían destinado resultaron ensombrecidos o cayeron en el olvido. Se inauguró así un nuevo y fascinante capítulo de la historia de la música, con protagonistas como las casas discográficas, los artistas superventas como el célebre Caruso, o la gran nueva máquina parlante: el gramófono.

 

Si queréis descubrir cómo continúa esta historia no dudéis en visitar la exposición ‘1,2,3… ¡GRABANDO! Una historia del registro musical’, en el Espacio Fundación Telefónica de Madrid hasta el 22 de enero de 2017.