El 27 de marzo de 2015, el astronauta Scott Kelly llegó a la Estación Espacial Internacional (EEI) con una misión ignota: pasar un año en el espacio, y descubrir así como el cuerpo humano podría aguantar sometido a la ingravidez, a la radiación y a niveles elevados de dióxido de carbono. En definitiva, para determinar el impacto en el cuerpo de misiones espaciales de larga duración. Para dilucidar si en el futuro un viaje a Marte, un viaje que duraría dos años y medio, sería posible para el ser humano.
Kelly visitó nuestro auditorio para presentar ‘Resistencia‘ (Debate, 2018), el libro donde narra su increíble historia, donde nos revela un entorno absolutamente hostil y nos enumera todos los retos extremos que tuvo que afrontar. En palabras del propio astronauta: «el libro es una experiencia de vida; la memoria emocional de toda esta experiencia. Lo considero, además, una autobiografía, incluso como la historia de la propia NASA.»
La agencia espacial norteamericana estudió a lo largo de todos esos meses cómo el viaje afectaba a sus condiciones físicas y psicológicas, comparándolas con las de su hermano gemelo (con quien comparte casi un 100% de material genético), también astronauta, que se quedó en la Tierra. Viajar al espacio provoca una pérdida de masa muscular, problemas visuales y trastornos del ritmo circadiano. Sin embargo, nos explicaba Kelly que «mis telómeros (los indicadores de la edad física) son mejores ahora, se han alargado. Han mejorado durante estos meses en el espacio. Igual no se trata de la fuente de la juventud pero se ha observado ese cambio. Y también han descubierto que durante estos meses hay genes que se activan y se desactivan, se desconoce la razón. También somos conscientes de que a mediada que vamos más lejos en el espacio y permanecemos allí más tiempo hay riesgo del cáncer.»
Durante estos doce meses en el espacio el astronauta manejó condiciones muy difíciles: la principal, lidiar con la soledad. Durante la charla en Espacio Fundación Telefónica contó como el libro ‘Endurance. El legendario viaje de Shackleton al Polo Sur’ de Alfred Lansing le ayudó a sentirse mejor. » Hojeaba el libro mientras pensaba en lo que esos exploradores tuvieron que soportar hace casi 100 años. De alguna manera, mi libro es un homenaje a Shackleton y su viaje. Pasaron meses perdidos en témpanos de hielo obligados a matar a sus perros para comérselos y a punto de morir congelados por el intenso frío. Asombrosamente la expedición no perdió ni un solo miembro. Si ellos podían, yo también.»
Scott Kelly desgranó los inconvenientes de su experiencia: «en el espacio no nos duchamos ni nos damos baños. Así que tenía muchas ganas de meterme en agua, de meterme en la piscina. Del sol, de tomar el aire. En el espacio no te puedes sentar. Siempre estás flotando hagas lo que hagas, en la misma posición, sin estar relajado. Uno se relaja frente a la gravedad y ahí no hay. Y es que vivir en ingravidez tiene mucha cosas divertidas, pero comer no es una de ellas. Echaba de menos sentarme en una silla y de disfrutar de una comida y relacionarme con otras personas.»