Exposición 1, 2, 3… ¡Grabando! Una historia del registro musical
27.12.2016

Los chicos listos que querían hacer grabaciones

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Muchos de los revolucionarios de la grabación vistieron uniforme durante la guerra. Diego A. Manrique recuerda cómo descubrieron nuevas técnicas o las posibilidades del magnetofón.

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El estudio de la evolución de la grabación de sonido no deja de proporcionar sorpresas. Asombra saber que los home studios ya prosperaban durante los años treinta del siglo pasado. Había una subcultura de amateur recordists que aspiraban a competir con los estudios de emisoras y discográficas. Por capricho o como opción laboral: muchos rondaban alrededor del entonces pujante negocio de la radio. Para guiarlos, se editó incluso un librito titulado ‘Home recording and all about it‘. Se distinguían por su entusiasmo: profesionales y aficionados se asociaron para compartir conocimientos en el Saphire Club, antecedente de la AES (Audio Engineering Society).

sonido El librito de 1932 para aficionados a grabar radio-craft-library-...Cuando llegó la Segunda Guerra Mundial, estos manitas terminaron en los servicios técnicos de los diferentes ejércitos. Allí tuvieron acceso a buenos equipos y tiempo libre para experimentar. No frivolizo: también debieron resolver cuestiones vitales para garantizar la claridad de sus comunicaciones…y atrapar las del enemigo. 

El británico Arthur J. Haddy recibió el encargo de ampliar la gama de frecuencias que se podían captar bajo el agua: se trataba de detectar los ruidos de las hélices de los letales submarinos. Lo logró, permitiendo incluso individualizar el sonido de cada submarino alemán. Sus técnicas desembocarían luego en el sistema FFRR (iniciales de full frequency range recordings), luego explotado por el sello Decca, anticipando el boom de la Alta Fidelidad.

Estamos hablando de gente valiente. En 1943, el ingeniero Reginald Pidsley acompañó a un corresponsal de la BBC en una misión de la RAF sobre Alemania. Eran vuelos de altísimo riesgo, con gran número de bajas. Pidsley grabó directamente sobre acetatos las comunicaciones entre los tripulantes e incluso el momento en que el bombardero es atacado por un caza de la Luftwaffe, inmediatamente derribado. Detalle relevante: debido a las heladas temperaturas, Pidsley tenía que calentar los discos con su cuerpo, colocándolos bajo su chaqueta de vuelo.

Grabación de una misión de la RAF sobre Alemania (1943)

Aquel reportaje sonoro, emitido pocas horas después del retorno a la base, causó sensación. Cabe imaginar que fue escuchado por George Martin, un jovencito de 17 años que acababa de incorporarse a la RAF y que luego brillaría en los estudios londinenses de Abbey Road.

Vistieron el uniforme estadounidense otros personajes que luego alcanzaron altura de leyendas en la industria: William Savory (ayudaría a desarrollar el LP), Frank Laico (ingeniero jefe en el formidable estudio de Columbia en la 30th Street neoyorquina), Donald J. Plunkett (MGM, Capitol), Les Paul (guitarrista, inventor de procedimientos revolucionarios para la grabación), Jack Mullin…

La trayectoria de Jack Mullin ha sido recogida en ‘El sonido y la perfección, el imprescindible libro de Greg Milner. Allí se narra la serie de circunstancias que, recién acabada la guerra, llevaron al  comandante Mullin al estudio de Radio Fráncfort, donde encontró un prodigio: el Magnetophon K-4 de la empresa AEG, que permitía grabar con extraordinaria calidad sonora y (eso lo descubriría después) manipular la cinta magnética, entonces fabricada por BASF.  No era el único sabueso entre las ruinas: también andaba por allí Richard Howland Ranger, pionero del fax, que luego comercializaría  la grabadora Rangertone.

El viaje de la grabación magnética desde Alemania a Estados Unidos

Ese Magnetophon K-4 explicaba algunas peculiaridades que habían despertado el asombro de Mullin, mientras investigaba posibles interferencias de las ondas nazis en la maquinaria bélica de los Aliados. Primero, que los discursos de los jefes del Tercer Reich sonaran en la radio con una nitidez superior a la de sus equivalentes británicos o estadounidenses. Segundo,  que se emitieran conciertos de la Filarmónica de Berlin a horas intempestivas.

Una tecnología ya disponible desde 1935 pero que había pasado desapercibida, tanto para la industria radiofónica como para la inteligencia militar (en Alemania sí contó con el respaldo entusiasta de Adolf Hitler). Mullin consiguió permiso para desmontar dos magnetófonos y enviarlos a su dirección familiar en San Francisco. Ya de vuelta en casa, reconstruyó los aparatos y se alió con Ampex, una pequeña compañía ubicada en lo que hoy se conoce como Silicon Valley.

(Entrevista con Jack Mullin)

Ampex fabricó magnetófonos de calidad equivalente a los AEG originales. Y tuvo la intuición de conectar con Bing Crosby, entonces el cantante más popular de Estados Unidos. Crosby protagonizaba un programa de radio que emitía la cadena ABC y estaba descontento con el sonido de las transcripciones, frágiles discos de 40 centímetros de diámetro que se enviaban a las emisoras.

Las grabadoras Ampex eran la solución pero tenían un precio prohibitivo; ABC se resistía a adquirir las 20 máquinas que necesitaba. Ampex estaba al borde de la insolvencia cuando llegó un inesperado inversor: el propio Crosby adelantaba 50.000 dólares (el equivalente a más de medio millón de dólares actuales). Lo hizo por iniciativa propia, sin pedir garantías. Con ese gesto de generosidad, que permitió la supervivencia de Ampex, comenzaba la edad moderna en la grabación de sonido.

Por Diego A. Manrique