‘Una educación’, el libro en que Tara Westover relata su vida en el seno de una familia mormona de Idaho, nos recuerda la increíble capacidad del ser humano. Con ella reflexionamos sobre nuestra propia vida, sobre la fe, la violencia, la autoafirmación y la superación; pero también sobre el valor de la educación. *La autora visita nuestro auditorio este jueves 20 de septiembre a las 19.00 horas (reserva tu entrada aquí).
Tómate unos minutos e intenta contestar a estas preguntas: ¿Cómo sería vivir sin hospitales ni medicamentos? ¿Y no haber ido a la escuela? ¿Cómo crees que sería no conocer hechos trascendentes como el Holocausto o la II Guerra Mundial? Tara Westover ha vivido sin ello y lo cuenta en su primer libro, unas memorias personales llenas de fuerza e inspiración que relatan su infancia y adolescencia al margen del sistema. Tanto, que ha conseguido cautivar a Barack Obama, venderse en 22 países y estar entre los libros más importantes del año según The New York Times, BBC News o Entertainment Weekly.
Vivir sin hospitales y sin medicamentos
Ir al hospital en la familia de Tara supone sucumbir al Gobierno, caer en la tentación. Dios dispone y todo lo que pone delante son pruebas y aprendizajes. No importa la gravedad. En el mundo de Tara naces en casa y ves cómo tu madre ayuda a otras mujeres a alumbrar también en casa, preparas tinturas de plantas y decenas de composiciones homeopáticas, y en silencio contemplas cómo tu madre sufre una conmoción cerebral, cómo tu hermano se quema la pierna o cómo tu padre se diluye entre gasolina.
Cuando su primer novio le pone dos píldoras antiinflamatorias en la mano para el dolor de oídos ella describe una sensación difícil para el lector: “¿Qué tipo de magia será?” Y cuando al fin remite, algo que nunca antes le había sucedido tomando remedios naturales, insiste en mover la cabeza de lado a lado para ver si vuelve. En parte, su fuerza interior y su poder personal se han desarrollado de manera paralela a su tolerancia al dolor.
No saber el día de tu nacimiento ni la Historia de la humanidad
A finales de septiembre. Solo eso sabe Tara sobre el día que llegó a este mundo, que un año celebra el 23, otro el 26 y otro el 25. No le importa e incluso le parece genial poder escoger el día. Sin embargo, las consecuencias de esa pequeña incertidumbre las vivirá más adelante: cuando sus padres confunden su edad y la invitan a irse de casa con 16 años pensando que tiene 20 o cuando le cuesta infinito conseguir un pasaporte.
A Tara no le va mejor con la Historia mundial. La primera vez que escucha la palabra Holocausto en su facultad, hace una pregunta, y toda su clase piensa que se está mofando. Nunca antes ha oído nada sobre ello. Busca en internet y el abismo se muestra ante sus ojos. Tampoco sabe lo que significaba ser negro en Estados Unidos en la primera mitad del siglo XX o quién es Martin Luther King.
17 años sin ir al colegio
Sin embargo, el hecho de que la autora no haya pisado un aula hasta los 17 años es la esencia de la novela. Una niña sin amigos, sin compañeros de clase, sin colegio al que acudir cada mañana pero a la que tampoco sus padres instruyen en casa. Su incansable inquietud, curiosidad y tesón la lleva a prepararse el examen de ingreso a la universidad, aprobar y graduarse en Arte en la Brigham Young University de Utah. Incluso a estudiar un postgrado en el Trinity College de Cambridge, graduarse también en Historia y realizar una estancia en Harvard. La educación, ‘una educación’, es aquí la excusa para irse de casa, para empezar a reconocerse, a sentir, a ser.
Ella misma dice hacia el final del libro: “Todo aquello en lo que había trabajado y todos los años de estudio habían tenido el objetivo de permitirme adquirir un único privilegio: el de ver y experimentar más verdades que las que mi padre me brindaba, y aprovecharlas para construir mi propio pensamiento«.
Por Ylenia Álvarez