Una de las cuestiones más recurrentes que nos asaltan cuando observamos una obra de arte es aquella de “¿Cómo lo ha hecho? ¿Qué ha utilizado para conseguir este efecto?”.
Como ya os contábamos en nuestro post anterior Cinco claves para visitar “Constelaciones de lo Intangible”, la exposición de Luis González Palma, su fotografía a menudo es tratada de forma pictórica, lo que se aprecia en el color singular y la textura de obras como las series “Lotería” o “Jerarquías de intimidad”.
También utiliza otros soportes, más allá del papel fotográfico, sobre los que imprime sus imágenes como el fieltro, la seda, el papel de arroz o el lienzo. En ellos, a menudo superpone capas o interviene con hilos o cuentas, traspasando los límites de la fotografía clásica y combinando la impresión digital con técnicas más plásticas y tradicionales.
A continuación destacamos dos de los materiales más intrigantes que utiliza el artista:
EL BETÚN DE JUDEA
Se utiliza en las Bellas Artes para conseguir acabados oscuros y un efecto “antiguo” por su tonalidad marrón, así como barniz protector para grabar las planchas de cobre en calcografía.
Luis González Palma lo aplica sobre el papel fotográfico a modo de veladura semitransparente, lo que le otorga a la imagen un aspecto de cierta antigüedad, enfatizando aquellas cuestiones que circulan por su obra relacionadas con la memoria y el pasado.
La reflexión sobre la mirada, concepto clave en todo su trabajo, resulta en este caso especialmente llamativa en el rostro del retratado, pues el blanco de los ojos (a veces junto a otras partes de la composición) ha sido limpiado con un hisopo (un bastoncillo de algodón) para retirar el betún y dejar el tono original de la fotografía.
EL PAN DE ORO
La base dorada que se aprecia en las obras de Luis González Palma está hecha con pan de oro, finas láminas (panes) de oro de 8×8 cm que se utilizan para dorar, principalmente madera o escayola de retablos, marcos y tallas religiosas; una técnica muy utilizada en Europa sobre todo a partir del siglo XIII y durante el Barroco, y que llegó a América Latina a través de la arquitectura colonial española.
El color rojizo que asoma entre las láminas de oro es la imprimación llamada “bol rojo”, una base de arcilla que, entre otras cosas, perfecciona el bruñido del metal.
Luis González Palma reproduce este procedimiento tradicional como fondo de sus fotografías, realizadas en película ortocromática, que al ser transparente permite dotar a la imagen de una textura dorada muy sugerente y simbólica.
Esta película en blanco y negro (llamada así por ser sensible a todo el espectro de luz menos al color rojo en el momento de exposición) permite usarse tanto como negativo como positivo, opción esta última elegida por el artista en gran formato y que caracteriza esta parte de su producción artística.
Tanto la religión católica como la cultura indígena van y vienen en la obra de Luis González Palma de la mano del oro como símbolo de lo divino, ya sea para evocar determinadas lecturas en torno a la identidad e historia guatemalteca o para cuestionar la espiritualidad y reflexionar sobre la manera de representarla.