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Exposición Telefonistas. El mundo en sus manos
“Telefonistas. El mundo en sus manos“ es un homenaje al importante papel que tuvieron estas mujeres para el desarrollo de las comunicaciones en nuestro país y en el mundo entero.
“Telefonistas. El mundo en sus manos“ es un homenaje al importante papel que tuvieron estas mujeres para el desarrollo de las comunicaciones en nuestro país y en el mundo entero.
Tras las anteriores Efemérides, se presenta una nueva entrega “Telefonistas. El mundo en sus manos“, un homenaje al importante papel que tuvieron estas mujeres para el desarrollo de las comunicaciones en nuestro país y en el mundo entero. Una serie de textos, imágenes y objetos del Patrimonio Histórico Tecnológico de Telefónica permite descubrir cómo era el trabajo de estas mujeres, sus retos diarios, sus dificultades, sus ventajas… Las telefonistas, operadoras, o señoritas fueron, sin duda, las voces de una época.
Un nuevo trabajo: mejor status
En las primeras décadas del siglo XX, trabajar en Telefónica suponía un importante ascenso social. A pesar de ser un trabajo exigente, tenía más prestigio que otros trabajos desempañados por mujeres en los talleres, las fábricas, el servicio doméstico o en el campo, y las condiciones laborales eran mejores y el sueldo más elevado. Otras características, como el reconocimiento social a su trabajo y las relaciones con otras compañeras al margen del ámbito puramente familiar, ofrecieron a la mujer de principios de siglo una nueva perspectiva de su situación, su papel en la sociedad y su relación con un entorno profundamente tradicional. Fueron los primeros pasos hacia una mujer moderna.
El acceso al puesto de trabajo
Para ingresar como telefonistas, tenían que superar varias pruebas: un dictado, hacer diferentes operaciones matemáticas, leer un texto por teléfono y, la más curiosa, una prueba de longitud de brazos. La prueba de envergadura aseguraba que la mujer podría acceder a los extremos de su puesto: un timbre sonaba si, extendiendo los brazos, conseguía tocar a la vez dos interruptores situados a una determinada distancia el uno del otro. Las pruebas de cultura general, aparentemente sencillas, suponían una verdadera selección, ya que el acceso de la población femenina a la educación básica era muy limitado.
¿En qué consistía el trabajo de las telefonistas?
Antes de conseguir que las llamadas entre los teléfonos se hicieran de manera automática, estos se comunicaban mediante una centralita. Un abonado que quisiera llamar a otro, debía ponerse en contacto con su central. A ella llegaban los cables de los teléfonos y allí una operadora le preguntaría con qué número quería hablar. Una vez indicado, ella pondría en contacto a los dos interesados de manera manual. De este modo, las comunicaciones pasaban siempre por las manos de estas empleadas, que eran casi siempre mujeres. En todas las compañías telefónicas este trabajo era casi exclusivamente femenino. Y no sólo el puesto de telefonistas, también los de sus superiores: jefas y vigilantas. Al parecer, el timbre de voz femenino era más comprensible en un momento en que la comunicación telefónica no era excesivamente buena. Pero además cobraban un sueldo inferior al de los hombres, eran hábiles y disciplinadas y habían demostrado una extrema paciencia en su trato diario con los usuarios.
En España, las telefonistas atendían las llamadas telefónicas desde finales del siglo XIX. La Compañía Telefónica Nacional de España, la Telefónica actual, comenzó a instalar de manera progresiva, a partir de 1924, centrales automáticas por todo el país. Equipos que prescindían de las telefonistas en las comunicaciones telefónicas. Esto, sin embargo no supuso la desaparición de las telefonistas. Muy al contrario su papel fue fundamental en la mejora de las comunicaciones en el país.
Anónimo, s/d. Grupo de señoritas de tráfico.
Luces y sombras
El trabajo de telefonista era extremadamente exigente, los tiempos de atención a los usuarios se controlaban de manera exhaustiva y se les debía atender siempre de manera educada y amable. El servicio era duro y los turnos difícilmente compatibles con la vida familiar. De hecho, a partir de los años 40 cuando la telefonista contraía matrimonio, – al igual que en otras profesiones -, debía abandonar su puesto de trabajo para dedicarse en exclusiva a las labores del hogar. Sin embargo, entre las operadoras surgió un profundo sentimiento de solidaridad y compañerismo, el más elevado en la Compañía Telefónica. El tiempo se compartía con compañeras de muy diferentes procedencias y clases sociales que, de otra manera, muy difícilmente hubieran cruzado sus caminos. Disfrutaban de salas de descanso donde, mientras estaban fuera de turno, podían relajarse. En ellas tenían revistas, libros y una persona de guardia les preparaba y servía café, sin coste para ellas.
El final de una época
Con el paso del tiempo la profesión de telefonista evolucionó hasta llegar a su desaparición. Poco a poco el servicio telefónico se fue automatizando, y de forma inevitable el número de telefonistas disminuyó sensiblemente. Su trabajo pasó a estar más centrado en las conferencias interurbanas, mientras la total automatización del servicio se iba extendiendo por el país. La última centralita manual que estuvo en funcionamiento en España fue la de Polopos, un pueblo de la Alpujarra granadina. Fue en 1988 cuando el servicio se automatizó allí y las labores de la telefonista del pueblo dejaron de ser necesarias. Las telefonistas, operadoras, o señoritas fueron, sin duda, las voces una época, el alma de una empresa y la imagen de un cambio que hoy podría quedar en el olvido. Sirva esta pequeña muestra de homenaje al trabajo y esfuerzo de todas estas mujeres.