Se apagan las luces de la sala, en la que flota un intenso aroma a palomitas. El público se acomoda en sus butacas y se ajusta las gafas con lentes roja y azul. El proyector se ilumina y, en la gran pantalla, cruza veloz un platillo volante que se estrella en la superficie terrestre con gran estrépito. Los altavoces acompañan la escena con un quejido agudo, metalizado y, a todas luces, proveniente de un mundo desconocido: el sonido de un theremin. A pesar de los intentos de su inventor Léon Theremin y de la virtuosa Clara Rockmore por convertirlo en un instrumento serio, el theremin fue aprovechado por compositores de bandas sonoras para dotar de un aura de misterio y “extraterrestialidad” a muchas y celebradas películas sobre invasiones alienígenas y aventuras espaciales. De este modo, en la mente popular, el theremin era sinónimo de ciencia ficción y horror. Sin embargo, no es el único instrumento en caer en tal encasillamiento, puesto que existen otros cuyo sonido nos transporta de manera inmediata al terreno de lo desconocido y el escalofrío.
El theremin tiene el logro de ser el único instrumento que se toca sin tocarlo (físicamente), pero existen otros con los que rivaliza en singularidad. Uno de ellos, sin duda, es el conocido como Blaster Beam, una monstruosidad de hasta cinco metros de longitud en la forma de un travesaño metálico con numerosas cuerdas tensadas bajo las cuales hay pastillas magnéticas, provenientes de las guitarras eléctricas, para recoger y alterar el sonido producido. Se puede tocar punteando o golpeando las cuerdas con los dedos, baquetas, tuberías y hasta fundas de artillería pesada. Su sonido, característicamente grave, tiene una cualidad oscura y siniestra que lo hace perfecto para la ciencia ficción y el horror. A pesar de que fuera diseñado en la década de 1970 por Jon Lazell, se asocia siempre a la estrella infantil reconvertida en músico Craig Huxley, quien creó una versión propia en aluminio. En esta forma sería utilizada para la banda sonora de Star Trek: la película (1979) por el compositor Jerry Goldsmith para generar el sonido de la V’Ger. Desde entonces, el Blaster Beam ha aparecido regularmente en la gran pantalla, siendo la última ocasión en el thriller de suspense Calle Cloverfield 10 (2016), siendo interpretado por el mismo Huxley. Y hablando de thrillers, el rey del pop, Michael Jackson, cuenta con este instrumento en la archiconocida Beat It.
También con una forma extraña, aunque menos aparatosa, el waterphone está irremediablemente vinculado a las escenas de terror. La curiosa invención de Richard Waters se compone de una suerte de sartén de acero, que sirve de resonador y a veces se llena de agua (de ahí su nombre), y en cuyo perímetro se encuentran varias varillas de distintas longitudes y grosores. Tocado con varillas y mazos, su sonido misterioso provoca automáticamente escalofríos. Ha aparecido en multitud de bandas sonoras de películas de terror tanto icónicas como mediocres, tanto que es considerado el “rey de la música del cine de horror”. Títulos como Aliens: El regreso (1986) y Matrix (1999) también demuestran la querencia de este instrumento por la ciencia ficción.
El género slasher introdujo los sintetizadores en las inquietantes bandas sonoras de célebres franquicias como Halloween (1978) y Pesadilla en Elm Street (1984). Sin embargo, hay otro instrumento electrónico que se ha ganado un hueco en los corazones (y los oídos) de los fans de lo fantástico-terrorífico: el Ondes Martenot. Inventado en 1928 por el compositor, ingeniero y celista francés Maurice Martenot, se compone de un teclado, un altavoz y un generador de baja frecuencia que produce unas melodías de un carácter etéreo y ciertamente inquietante. Aunque su producción cesó en 1988, algunos conservatorios de Francia aún enseñan a tocarlo. Igual que el theremin, se prodigó por las bandas sonoras de la ciencia ficción y el terror de los años 50, volviendo a resurgir en la década de 1980 de la mano de Elmer Bernstein, quien lo incorporó a sus composiciones para Heavy Metal (1981), Los cazafantasmas (1984) y Tarón y el caldero mágico (1985). Además, el Ondes Martenot tiene presencia en la música clásica y la popular, siendo recientemente reivindicado por la banda británica Radiohead.
La próxima vez que el cine muestre una legión de naves alienígenas que amenazan la supervivencia de nuestro planeta o una puerta que chirría en mitad de la noche por la mano del asesino, os tapéis o no los ojos, agudizad el oído, ya que el theremin o uno de sus curiosos compañeros puede estar provocando esos sudores fríos y evocando mundos más allá de nuestra imaginación.
Si te ha interesado este artículo no puedes perderte la exposición ‘Theremin. El instrumento intocable’, en el Espacio Fundación Telefónica de Madrid hasta el 23 de abril.