Suena el despertador. Nos levantamos de la cama y, perezosamente, nos arrastramos hacia el cuarto de baño. Dispuestos a realizar nuestras abluciones matutinas, nos inclinamos hacia el lavabo y al levantar nuestros ojos hacia el espejo… ¡horror! Nuestro reflejo no nos devuelve la mirada. Podría ser un extraño sueño. O una instalación del argentino Leandro Erlich. No es un secreto que la obra del artista, centrada en torno a cuestiones como las falsas apariencias, utiliza con fruición el motivo del espejo, un objeto cargado para nuestra civilización de historia y simbolismo desde el primer momento que el ser humano descubrió su imagen en la clara superficie del agua.
Los antiguos griegos y romanos ya intuían el poder de los espejos y de la mirada que en ellos se posa, tal y como reflejan mitos como el de Perseo. El héroe, hijo de Zeus y la princesa Danae, prometió llevar al rey de la isla de Sérifo la cabeza de la Gorgona Medusa, cuya mirada convertía en piedra a todo aquel que osara enfrentarse a ella. Ayudado por los dioses, Perseo contaba con un equipamiento muy valioso: un casco que concedía la invisibilidad, unas sandalias aladas voladoras y un escudo pulido como un espejo. Fue con este con el que consiguió derrotar a Medusa quien, al cruzarse con su mirada reflejada en el escudo, se petrificó a sí misma. Del mito a la novela fantástica, en la segunda entrega de las aventuras del mago más famoso de nuestro tiempo, Harry Potter, un basilisco, figura mitológica surgida de la sangre derramada de Medusa, acosa a los estudiantes del colegio de magia y hechicería Hogwarts. Su mirada es letal, pero reflejada tan solo petrifica a aquellos desafortunados que se cruzan con él, como es el caso de la precavida Hermione Granger, que con la ayuda de un espejo comprobaba en las esquinas si la gran serpiente andaba suelta por los pasillos.
Aunque en estos relatos el espejo cumpla una función salvadora, en otras ocasiones es el motivo de nuestra perdición. De nuevo en el mundo clásico, la historia de Narciso nos recuerda los peligros de perderse en la imagen de uno mismo en una sociedad cada vez más absorta en el selfie. La reina del cuento de Blancanieves, fijado en nuestro inconsciente colectivo gracias a la versión de los hermanos Grimm y a la interpretación animada de Disney, verá su vanidad y la obsesión con la verdad del espejo recompensada con la muerte. El también engreído Dorian Grey se encontró con su aciago destino por culpa de un reflejo, solo que esta vez no se encontraba dentro de un espejo sino en un retrato, el cual envejecía en lugar de su dueño, mostrando los estragos de la inmoral vida del personaje creado por Oscar Wilde.
Borges, en uno de sus cuentos, puso en boca de su amigo Adolfo Bioy Casares que los espejos eran “abominables” ya que multiplicaban el número de hombres en la tierra. Esta cualidad se reserva solo para los vivos, ya que personajes no-muertos como el Conde Drácula (y, por extensión, la gran mayoría de vampiros) no se reflejan en los espejos, puesto que su existencia no pertenece a este mundo. Alicia, sin embargo, estaba encantada de poder cruzar al otro lado de la superficie reflectante para explorar el universo invertido que allí se encontraba y jugar una loca partida de ajedrez gracias al ingenio de Lewis Carroll. Menos suerte tuvieron los personajes de la película Reflejos al encontrarse con los seres que habitan en “la casa del espejo”, ya que sus dobles se suicidaban de forma grotesca, provocando así la muerte de su equivalente en nuestra realidad. Vemos en esta ficción ecos de leyendas urbanas tan conocidas como las de Verónica o Bloody Mary, seres espectrales que, de ser invocados de noche frente a un espejo, podrían hacerte pasar un mal rato.
Los hechiceros de épocas pasadas apreciaban los espejos como herramientas para lograr el trance y obtener visiones del pasado, presente o futuro; portales de comunicación como el espejo de La bella y la bestia. Los magos modernos, sin embargo, tenían predilección por los mismos debido a su capacidad para engañar y generar ilusiones ópticas, una triste metáfora que nos remite a los desórdenes provocados por la percepción distorsionada del cuerpo en la superficie especular. Leandro Erlich, como artista, aprovecha el reflejo y su ausencia para remover conciencias y levantar el velo de aquello que creíamos certero. Como hemos visto, no es el primero en aprovechar el poder del espejo. Seguramente, no será el último.
Si queréis descubrir el trabajo de Erlich podéis visitar su exposición ‘Certezas Efímeras’ hasta el 23 de abril en el Espacio Fundación Telefónica de Madrid. Y si os interesa saber más sobre el papel del espejo en nuestra cultura os recomendamos el libro La Magia del Espejo de Javier Navarrete Varela.