Este domingo termina ‘Big Bang Data’, una exposición que, como ya indica su título, parte de una premisa muy clara: vivimos inmersos en una enorme explosión de datos. Pero ¿es esto cierto? Pues si nos atenemos a datos como este: «en 2009 se produjo más información que en toda la historia de la humanidad» (x), parece que sí.
24 hrs in photos, una de las obras más impresionantes de la exposición, precisamente llama la atención sobre este fenómeno de la superabundancia de información. La instalación, realizada en 2011 por Erik Kessels, está formada por las más de un millón de imágenes subidas a Flickr en un periodo de 24 horas. Cómo podéis imaginar, la presencia de tal cantidad de fotografías impresas es abrumadora.
El año pasado, durante la primera sesión de la EED, Joan Fontcuberta utilizó esta obra como ejemplo de lo que él llama saturación icónica. El fotógrafo quiso llamar la atención sobre el hecho de que hoy en día, en unas pocas horas, vemos más imágenes que nuestros bisabuelos en toda su vida, y de cómo ese exceso de información nos lleva a una especie de intoxicación.
Además de la instalación de Erik Kessels, Fontcuberta hablaba del caso de Penelope Umbrico, una artista de Nueva York cuyo trabajo aborda también esta cuestión. En 2006, Umbrico desistió de su intención de fotografiar una puesta de sol al descubrir la ingente cantidad de imágenes con esa misma escena que hay en Internet (encuentra 7 millones de resultados al buscar sunset sólo en una red social). Ese año comenzó Suns (from sunsets) from Flickr, una obra que lleva realizando desde entonces.
Un mosaico compuesto por diez mil puestas de sol ordenadas alfabéticamente, según el nombre del archivo. Dice Fontcuberta que esta obra es como un manifiesto ecológico, con el que Umbrico parece querer decir: no hagamos más fotografías de lo mismo, vamos a reciclar, a dar nuevos usos a las imágenes que ya existen.
Y, precisamente, esto es lo que hace Jim Campbell en Home Movies, una de las obras expuestas en ‘Ritmos de luz’. Tras comprar y visionar más de doscientas horas de películas caseras, el artista llega a la conclusión de que todos grabamos las mismas cosas (un cumpleaños, un día de excursión en el campo, una comida de Navidad…) y que, bajando lo suficiente la resolución de estas imágenes hasta desdibujar a sus protagonistas, se puede conseguir que un vídeo casero adquiera un carácter universal.