En Belgrado (Serbia), tuve una de esas maravillosas experiencias íntimas con extraños. Fui a visitar el campamento rumano de Goveđi Brod con los chicos que grababan el documental en moto, Javi y Lucas. Estuvimos rondando el perímetro del campamento durante un rato. Poco después, Javi y Lucas decidieron irse. Nunca se sintieron verdaderamente cómodos al grabarme mientras trabajaba porque no les gustaban los sitios adonde iba y, sinceramente, agradezco que me dejaran sola ese día, porque hice algunas de mis fotos favoritas del tour. Me encantaban Javi y Lucas, pero odio trabajar cuando hay gente a mi alrededor. Creo que echa por tierra la conexión que tienes con la gente a la que fotografías. Cuanto más diluyo mi experiencia, más tiendo a esconderme en un rincón y más mediocre se vuelve mi fotografía. Así que cuando me quedé sola, empecé a dar tumbos hasta hacer nuevos amigos. Por suerte, creo que me crucé con el joven más curioso, libre y encantador que tenía todo el tiempo del mundo y nada mejor que hacer. Cuando le pregunté dónde estaba el río Danubio, se prestó a mostrármelo. Por el camino recogimos a un amigo suyo. Ambos debían tener unos 15 o 16 años y decidimos hacer una aventura improvisada por un día. Y resultó ser uno de mis días favoritos en los que fotografié de todo el tour.
Me volví a sentir como una adolescente que iba de exploradora, robando una barca atada al lado de una vieja chabola de pescador, nadando, tomando el sol y… ¡luego devolviendo la barca robada! Nos subimos a un árbol, me fumé un porro al anochecer y nos montamos una minifiesta con la música y la luz de los móviles. Más tarde, cuando decidí que era hora de volver a casa, mis nuevos amigos me acompañaron río abajo hasta mi coche y allí nos despedimos. Podía haber sido cualquier chica de 15 años que había salido con sus amigos, pero ahí estaba yo: una mujer de 35 en un importante campamento gitano y sin hablar un idioma común. Cualquiera podría pensar que no tenía nada en común con esta gente, pero yo me sentía como en casa. Por algún motivo, en Serbia, entre las fotógrafas locales que conocimos y la gente que encontré y a la que fui fotografiando, sentí como conectaba absolutamente con el contexto. Como si mi vida no fuera tan diferente de la suya, pese a que en muchos aspectos no podía estar más lejos de la realidad.