26.06.2017

Tecnología al servicio del arte: cuatro visiones sobre música e impresión 3D

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Eva Rabchevska tiene 21 años. Nació en Ucrania, pero lleva desde 2014 en España  estudiando en la Escuela de Música Reina Sofía.  Alumna de la Cátedra de Violín Telefónica, hace unos días, con motivo de la inauguración de la exposición ‘3D. Imprimir el mundo’ de Espacio Fundación Telefónica, tocaba por primera vez un violín acústico impreso en 3D que se expone en la muestra y que fue creado como réplica de un Stradivarius.

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Con el gesto se pone de manifiesto una vez más el recurrente debate “analógico frente a digital” o “tradición frente a tecnología”, y su presencia en la música clásica y el mundo del arte. La conclusión podría ser que todo puede solaparse, convivir y crecer de manera conjunta.

Tecnología al servicio del arte y arte como expresión tecnológica, ¿por qué no? La exposición, que puede verse hasta el 22 de octubre en la 4º planta, lo avala y para confirmar la tesis cuatro protagonistas nos hablan de música e impresión 3D.

La concertista

En un primer momento, Rabchevska pensó que un violín impreso en 3D no iba a sonar bien. Para ella fue una sorpresa que le resultara tan fácil tocarlo y que el sonido fuera “casi idéntico al de un violín tradicional”. Eso sí, por su peso no podría sostenerlo durante demasiado tiempo y confía en que esa característica se pueda mejorar en el futuro.

“Con instrumentos normales podemos estudiar dos o tres horas seguidas, pero hacerlo con este sería un poco más difícil, ya que el cuerpo se resiente. También he notado que pierde volumen respecto a uno tradicional, aunque en general la experiencia ha sido muy positiva”, matiza.

A todos los instrumentos nuevos les cuesta arrancar y no solo a un violín impreso en 3D. Hoy en día comenzar a tocar un violín creado por un lutier tiene su complejidad y el intérprete debe darle su propia forma, su propio sonido. Hay que asumir que los primeros meses suelen ser así y la situación no varía con uno realizado en 3D.

El cuanto a las técnicas: vibrato, arcos, ataques… Todas pueden realizarse exactamente igual que con un instrumento clásico. No hay ninguna variación. A pesar de eso, si tuviera que elegir, la violinista ucraniana se quedaría con su violín, su ‘Yuri Pochekin’ del siglo XVIII: “En mi opinión tiene un sonido más amplio y rico, y siento que puedo expresar más sentimientos y matices que con el violín impreso en 3D”.

Rabchevska considera además que la tradición de tocar instrumentos hechos por maestros artesanos está muy establecida y después de cuatro siglos de historia es difícil imaginar que eso pueda cambiar en un futuro. “Los músicos pensamos que cuando un lutier crea un instrumento, pone su alma en la producción y eso hace que para nosotros tenga más valor”.

Sin embargo, no descarta que tal y como se está avanzando en innovación, la calidad de instrumentos impresos en 3D pueda compararse con el tiempo a la de los instrumentos tradicionales.

El ingeniero

Laurent Bernadac es ingeniero y violinista. Esta combinación de profesiones es la responsable de que se lanzara a crear el 3Dvarius, un violín eléctrico totalmente fabricado gracias a la tecnología de impresión 3D. Bernadac tenía el empeño de diseñar un instrumento que cumpliera tres objetivos: confort, ligereza y sonido. Y de paso que fuera más interesante y jugable pero sin la necesidad de competir con violines clásicos. La tecnología de impresión 3D era la única que le permitía alcanzar los tres y apostó por ella.

El resultado es un instrumento, según sus palabras, con un sonido muy «cálido» debido al cuerpo de una sola pieza, y que se puede utilizar fácilmente para realizar algunos efectos. Además, “es cómodo, puede adaptarse a cualquier morfología, y es muy ligero, ya que la repartición del peso se optimiza para crear la misma sensación que la de estar tocando un violín clásico”, explica.

A pesar de que afirma no haber sentido rechazo por parte de violinistas o fabricantes de violines, Bernadac cree que la tecnología de impresión 3D no está lista para reemplazar la lutería en instrumentos clásicos. Sí, espera que “en un futuro próximo esta tecnología permita crear nuevos instrumentos debido a la posibilidad de crear formas nuevas”.

Además, ve muy probable que la tecnología de impresión 3D posibilite tener en casa una máquina de producción barata y versátil para reemplazar las piezas rotas, crear regalos personalizados … Aunque “para ir más allá tenemos que esperar a la mejora de la calidad de las impresoras 3D más baratas”.

El profesor

David Muñoz es profesor de tuba y bombardino en el Conservatorio Profesional de Música y Danza de Gijón. Hace tres años asistió al evento al TEDx de la ciudad asturiana, participó en un taller de impresión 3D y de esa experiencia nació un interés por aplicar lo aprendido a su campo de especialización.

Triditive, la empresa especializada encargada de impartir el taller, le propuso desarrollar un prototipo de una boquilla para su tuba y así explorar sus posibilidades . “El objetivo que teníamos era comprobar la aplicación de la impresión 3D a la música en general, y a los metales y a la tuba en particular”, explica.

Una vez creado, juntos lo mejoraron hasta lograr un modelo que hoy funciona  perfectamente y que David usa con frecuencia. Esta boquilla está creada mediante la técnica de fabricación aditiva con un material llamado PLA, un polímero biodegradable que proviene del almidón de maíz y además está diseñada de forma interior con una estructura en forma de panel de abeja. “Eso significa que liberamos mucho peso y tiene más rigidez. Con ello me di cuenta de que podíamos modificar cualquier parámetro para adaptarlo a la fisionomía del músico”, explica el profesor.

Las boquillas tradicionales de una tuba son estándar. Son modelos genéricos. Con la tecnología de impresión 3D se pueden crear, por tanto, boquillas personalizadas de forma total y sencilla. Con una tradicional el músico tiene que hacerse a ella. Es decir, ir probando una tras otra hasta que encuentra la que que se ajusta más a sus posibilidades. Los costes, además, se abaratan mucho, “cuesta 30 euros a diferencia de una estándar, que puede rondar los 100 euros”, añade Muñoz.

En cuanto al sonido, el profesor afirma que casi no se notan las diferencias. “Si hiciéramos un cambio entre una bien pulida tradicional y una creada en 3D creo que casi nadie sabría distinguirlas. Es muy complicado para un oído diferenciarlo. Es el intérprete el que más puede notar ese cambio, pero más por el tacto con los labios que por la sonoridad o acústica”, puntualiza.

La creadora

Triditive es una empresa especializada en impresión 3D y Mariel Díaz es su directora y co-fundadora. Ingeniera industrial y mecánica, maker incansable y apasionada de las nuevas tecnologías; es de esas que hoy reinventa el DIY.

David [nuestro protagonista anterior] les transmitió la necesidad que había en el sector de probar nuevas boquillas para tuba, muy estancadas en su evolución. ¿Por qué hacerlas en 3D? “Porque probablemente podría mejorar la forma de tocar del músico solo con el hecho de que pudiera adaptarse a la forma de su cara”, afirma Díaz.

Después de diferentes análisis y validaciones observaron que imprimir con este plástico biodegradable hace que la temperatura no afecte tanto al instrumento. “En invierno, el metal se enfría muchísimo y es muy molesto para el músico en los conciertos. Sin embargo, el plástico va mucho mejor”, apuntan desde Triditive.

Mariel Díaz también imparte clases en el Máster de Impresión 3D de la Universidad de Oviedo. Uno de los objetivos del mismo es promover la creación de startups a partir de la impresión 3D, ya que en la primera edición, la necesidad de colaboración entre instrumentos musicales y esta tecnología se hizo patente. “Un chico decidió apostar por una empresa de creación de gaitas, el instrumento típico asturiano, y ya ha llegado a fabricarla completamente a excepción de la vejiga. Ha hecho varias validaciones, ha tocado en público, y la gente ni se entera de que está hecha en impresión 3D porque el sonido no cambia”, explica la ingeniera. Hablamos de impresión 3D aplicada a la música, pero también a la tradición.

Por su parte, Mariel insiste: “En realidad nadie sabe si variando la forma de un instrumento podemos hacer que mejore su sonido. Pero, si se puede lograr gracias a la impresión 3D, ¿por qué no hacerlo?”.

 

Por Ylenia Álvarez