Hace ya algún tiempo una mujer (ella era ingeniera) me dijo que sin referentes, si no hay nadie que te muestra algo, si en tu realidad no ves cosas, es imposible que proyectes sobre esas cosas. ¿Qué mujeres marcaron tu camino, te mostraron que era posible que tú fueras periodista, que fueras reportera, periodista haciendo información internacional?
Rosa María Calaf– Igual mis referentes más inmediatos fueron ejemplos anglosajones. En tele en aquel momento ya despuntaba la pionera del periodismo televisivo femenino Barbara Walters. También, entre la gente que trabajaba en la CBS en información internacional había varias mujeres, varias firmas ya muy potentes. Pero si te soy sincera yo realmente lo que quería ser era Oriana Fallaci, la primera mujer italiana corresponsal de guerra.
Al mismo tiempo, tú eres referente para un montón de mujeres que decidieron dedicarse a esta maravillosas profesión que es contar lo que sucede de forma veraz. ¿Cómo se lleva esto?
Rosa María Calaf– Efectivamente. Lo llevo con una enorme satisfacción, me da mucha alegría y algo de angustia, ya que es una responsabilidad tremenda pero también un privilegio. Apoyo por un lado que hayan elegido esta profesión, mejor, este oficio –el periodismo es un oficio con vocación de servicio– maravilloso, muy necesario socialmente y más en situaciones de crisis. Por otro lado está la responsabilidad de “¡a ver dónde las he metido!”. También todo esto me obliga a estar muy atenta, a no fallar.
En los años 70 empezaste a trabajar en Televisión Española en Barcelona, fuiste una de las reporteras pioneras. ¿Cómo era ser mujer y periodista en los años 70?
Rosa María Calaf–Pues era muy difícil. Siempre que una mujer intenta entrar en determinado ámbito o profesión que se considera masculina (que por defecto, se consideran casi todas) lo tienes mucho más complicado. En aquel entonces, había rechazo por cierta parte de la sociedad y la otra parte te miraba con curiosidad y sorpresa. Otras veces te encontrabas con mucho paternalismo, condescendencia. Tenías que ir sorteando obstáculos. Algunas veces muy sutiles: no prohibiciones directas pero sí percepciones; eso es más complicado. Sigue siendo igual ahora: hemos mejorado mucho pero está claro que el imaginario y la construcción de lo social es androcéntrico. Las mujeres siempre estamos bajo la lupa.
También encontré aceptación, tanto en RTVE, tanto entre la jerarquía como entre mis compañeros no encontré nunca un rechazo frontal. Pero la constante es que debes demostrar permanentemente que tienes capacidad: no se te supone que tengas capacidad. Cada vez que quieres hacer algo debes de probar y demostrar que vales.