“No hablemos de fotografía porque la exposición no es de fotografía”. El artista guatemalteco Luis González Palma nos acompaña por la exposición ‘Constelaciones de lo intangible’ del festival PHotoEspaña y nos ayuda a desenterrar los mensajes y los grandes temas que se esconden en todas sus obras.
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“En esta exposición tú tienes que salir frustrado. Porque es parte de la dinámica, de la experiencia. Frustrado positivamente. Frustrado en el sentido de que yo sé que me voy a morir, yo sé que todo tiene un precio y hay precios que no puedo pagar”. El artista guatemalteco Luis González Palma se refiere así a la retrospectiva dedicada a su obra, ‘Constelaciones de lo intangible’, que se aloja en los casi 1.000 m2 de la cuarta planta del Espacio Fundación Telefónica hasta el 18 de octubre.
Sus piezas, muchas veces intervenidas hasta borrar las fronteras entre la fotografía, la pintura y la escultura, hablan sobre el no ver, sobre la ceguera, sobre lo oculto. Se imprimen sobre fieltro carnoso y papel de arroz frágil como la piel. Nos describen unas miradas que nos evitan. El propio fotógrafo asegura que este mensaje “está oculto, no está en la superficie, lo sugiero” y que “necesitas tiempo y trabajo para verlo en la exposición”.
Pero está ahí: González Palma nos introduce así en esas constantes (sus constelaciones) que se repiten en toda su obra, en el ambiente de realismo mágico que emerge en la exposición, en los materiales que utiliza y que le otorgan sentido, con los efectos ópticos que provoca.
El fotógrafo guatemalteco nos acompaña en un recorrido por su exposición y nos ayuda a desenterrar todos esos mensajes cifrados en su obra. Pura magia.
Möbius (2013-2014). Luis González Palma produjo in situ y especialmente para esta muestra las dos primeras obras que se muestran en Constelaciones de lo intangible. Están concebidas para que tengan esa dimensión y reciban así al espectador: la primera obra se compone de dos enormes retratos impresos en rollos de fieltro, estrangulados por hilos rojos; la segunda es un rostro gigante impreso en papel de arroz, recortado, recompuesto y atravesado por unos hilos idénticos.
Ambas piezas corresponden a su última serie en producción, rostros que se exhiben a modo de sudarios. “Acá se sintetiza en esencia lo que toda la muestra intenta mostrar: la mirada parcial del mundo, la imposibilidad de captar eso que llamamos realidad de una forma concreta. La fragilidad del ser humano, el ser humano como un ser sujeto a sí mismo, a su historia a su entorno. Aquí está, estas obras son la presentación de la exposición”, explica González Palma.
Avanzamos en la muestra. Pasamos por delante de las imágenes místicas de La lotería, la luna, el rey la muerte, la máscara, la rosa la dama, el diablo, el pájaro, la sirena (1988-1991) a los impactantes retratos de La mirada crítica (1998). Es un trabajo tradicional, más convencional que se relaciona con otras formas históricas de representación: “Acá ya no hay realismo mágico, termina ahí. Aquí comienza el drama humano, el ser humano como una forma/experiencia de intención, de comprensión, de asimilación. Ya no hay plantas, flores, no hay coronas de espinas. Hay una realidad: qué es esto, quién soy yo frente a esta persona, quién le puso esa cinta, qué significa esa cinta. Y se generan otro tipo de preguntas”. Se trata de uno de sus trabajos más representativos sobre el tema de la mirada. “Toda mirada es política y que toda producción artística está sujeta a este juicio”, defiende el fotógrafo.
Continuamos con el recorrido y llegamos a otro momento importante, a dos series paralelas: La Anunciación (2007) y Jerarquías de intimidad –El duelo (2004); El encuentro (2005)– imágenes que ilustran sus obsesiones: su relación con el pasado, con el deseo insatisfecho y con las tensiones que acompañan desde la infancia los dolorosos procesos de cambio. Dípticos, instalaciones e imágenes alteradas en los que el artista indaga en su tema recurrente que veremos a lo largo de toda la exposición: el deseo no cumplido, insatisfecho. Ambas son una reflexión sobre las relaciones interpersonales, sobre la pareja.
El artista avanza por la muestra y se apoya sobre la vitrina en la que se encuentra el proyecto Tu mirada me distorsiona sin quererlo. Guardaespaldas (2009). En estos trabajos imprime fotografías de guardaespaldas guatemaltecos en platino sobre papel de arroz. Cuenta que los materiales sirven para subrayar el mensaje que nos transmiten las fotografías. “La técnica y el soporte fertilizan la obra”, dice. “La fragilidad, la sutileza del papel de arroz en contrapeso a lo que significa vigilar, observar, proteger”, cuenta, “El papel de arroz es piel, el fieltro es carne. El fieltro quiere que lo beses, que lo abraces, que lo toques. Pero en la exposición sólo está permitido tocar con la mirada, así que siempre estás frustrado”.
Las miradas huidizas de las fotografías de Luis González Palma se materializan en las catóptricas de su serie Möbius (2014): imágenes y rostros deformes que se recomponen al reflejarse en cilindros y conos metálicos. A medida que caminamos alrededor de los cilindros, las caras se aparecen y se desfiguran de un millón de formas diferentes. Se trata de un modelo de representación que utilizaba el manierismo durante el Renacimiento. El artista colaboró con investigadores de la Universidad Nacional de Córdoba, en Argentina, –que investigan sobre anamorfosis y sistemas de representación del siglo XVI– para conseguir estos efectos “con fórmulas matemáticas” que confiesa que desconoce. “Me interesa mucho porque te genera preguntas”, explica, “¿Dónde está el retratado? Por otro lado está también la historia de que haya una imagen que mantiene un secreto. Aquí está el secreto, pero necesitas el cilindro para desvelarlo”.
En Acariciando la angustia (2000) González Palma imprime motivos de boda en platino sobre seda, “porque los vestidos de boda son de seda. Es una fantasía”. En esta obra la pareja, la imposibilidad de la relación, sigue presente. «Esta muestra está llena de seres que están solos, a la intemperie, solos como vos como yo. Somos los seres más hipócritas del mundo porque si en realidad quisiéramos vivir como queremos no estaríamos donde estamos, es casi seguro; estaríamos en otro lado, con otra gente», reflexiona el autor.
Seguimos de la mano de González Palma recorriendo la muestra. Historias paralelas (1995), una obra más política. Más de quinientas fotos que tratan de representar a Guatemala un paraíso fracasado. Espléndida naturaleza y violencia, muerte, deseo. Tremenda religiosidad y violencia. Fracaso de la idea de familia. «Guatemala es un paraíso lleno de balas. Cómo salir de esa círculo. Para el artista es imposible sustraerse del contexto socio-político», añade.
Pasamos a la sala más religiosa de todas. La luz de la mente, (2005). (Una analogía con las obras de) El Greco, Rubens, Zurbarán… Todo un mundo religioso que se pregunta qué sentido tiene esto (la vida). Quién llena este vacío.
Para terminar, sus últimos trabajos: Möbius (2013-2014). Para estas piezas recupera algunas fotografías de sus primeras obras y las modifica con elementos de abstracción geométrica. Fotos que hemos visto al inicio –cuando abordaba el realismo mágico y el folklore guatemalteco– reaparecen intervenidas con yuxtaposiciones de formas geométricas. Parecen pinturas. “Es lo que más me interesa ahora mismo, la abstracción. Lo más cercano a la experiencia espiritual para mí, ahorita”. Y una vez más, se genera esa experiencia del desencuentro. El final de su obra te devuelve al comienzo de la exposición, como en una banda de Möbius.
Y así, la fotografía se convierte en una excusa, en un punto de partida en su obra. La cámara captura una imagen que luego se va a imprimir en materiales de tacto apetecible, que va a ser intervenida con recortes, con figuras geométricas, con pan de oro, con betún de judea, con efectos ópticos, con hilos o con cuentas. “No hablemos de fotografía porque la exposición no es de fotografía”, apostilla González Palma, “la muestra es de cómo sobrevivir en un mundo en el que estás a la intemperie, de eso se trata”. La fotografía fue el origen de su carrera, ahora solo “un pretexto” para reflexionar sobre los temas que le preocupan.
Por Adriana Herreros y Víctor Navarro.