08.05.2019

‘Los monstruos son seres con muchos conflictos e impulsos incontrolables, pero así es también la humanidad’

Facebook twitter

Sensible, soñadora, apasionada. Así es Emil Ferris, la mujer que ha sido capaz de exprimir lo mejor de los bolígrafos bic para regalarnos Lo que más me gusta son los monstruos’ (Reservoir Books, 2018), una trepidante novela gráfica que es una revolución. En ella, los monstruos, lejos de dar miedo, son los mejores aliados de la autora para compartir su imaginario plagado de magia (y, a la vez, de cruda realidad) y hacer una llamada a reconocer lo extraordinario, poderoso y absolutamente único de cada individuo.

Facebook twitter

La autora norteamericana visita por primera vez España para celebrar un encuentro en nuestro auditorio gracias a la colaboración de Penguin Random House.

¿Cómo nace esta historia, tu ópera prima?

Emil Ferris: Yo estaba estudiando una asignatura sobre escritura, y le hablé a mi profesor sobre esos seres que habitaban en mi mente, tan interesantes y tan hermosos. Animada por él, escribí una historia titulada ‘Lo que más me gusta son los monstruos’. Se publicó en una pequeña antología, que pasó desapercibida. Entonces representamos el texto en una obra de teatro. Yo actuaba como Karen, y a la gente le gustó porque entendía al personaje. Todos hemos sido niños que han tenido que hacer un trabajo sobre un libro para el colegio, y eso es lo que hace Karen en la historia. Ella escribe en su cuaderno porque una monja de su colegio le ha animado, le ha dicho “estoy disfrutando de tu trabajo”. Cuando eres un niño y alguien te dice eso, se abre un mundo frente a ti, harías todo lo que te pidieran. Así es como empieza la historia.

Pero, ¿por qué monstruos?

Emil Ferris: Me encantan los monstruos, disfruto muchísimo dibujándolos. Cuando era niña dibujaba en el tren y, si un pasajero se bajaba antes de que hubiera terminado de retratarle, simplemente lo convertía en un monstruo. Mis cuadernos estaban llenos de ellos. También convertía a mis profesores en monstruos, pero solo los que me caían bien, porque para mí era una señal de respeto. Los monstruos me parecían los personajes más románticos e interesantes. Son seres con muchos conflictos y a menudo se mueven por impulsos que no pueden controlar, pero así es la humanidad. Eso es, precisamente, lo que somos.

La protagonista es Karen, una niña-lobo con vocación detectivesca que, desde las primeras páginas, vemos que se siente diferente.

Emil Ferris: Yo creo que todos los seres humanos se sienten diferentes. Y, sin embargo, vivimos en un mundo que nos dicta las líneas sobre las que debemos escribir, y se espera que nunca salgamos de esa pequeña prisión. Pero, como niños, sabemos instintivamente que debemos hacerlo, porque tenemos imaginación, y la imaginación es magia. La propia palabra lo dice: i-magic-nation. Sabemos que la imaginación nos llevará a lugares nuevos y apasionantes. En esos lugares invisibles es donde está el amor, porque el amor es invisible. ¿Recuerdas cuando jugabas con tanta fuerza que sentías que tu mundo imaginario era real? Lo era. Ese es el poder de los niños.

El ser humano tiene mucho más poder de lo que piensa. Pero nos han mentido, nos han dicho que somos débiles. Si fuéramos conscientes de lo poderoso, único, salvaje, hermoso, extraño y misterioso que es cada individuo, seríamos capaces de hacer cosas que jamás hubiéramos soñado. Creo que el principal objetivo del libro es ser una pequeña voz entre las muchas voces que se alzan hoy en día. Es decir que es mentira, que tú eres mucho más poderoso de lo que imaginas y que tus sueños son importantes. Tu imaginación es vital para el planeta, y todo el mundo es necesario.

¿Crees que esas mentiras hacen que la gente termine olvidando su mundo imaginario?

Emil Ferris: Creo que nunca terminan de olvidarlo, porque buscan historias constantemente. Cuando ven la televisión, van al cine, leen libros… Las historias nos enseñan cosas y nos ayudan a sanar las heridas. Por ejemplo, las religiones son, en esencia, historias que tienen un significado tan fuerte para nosotros que somos capaces de depositar nuestra fe en ellas. Nos dicen: “A esta persona le ha pasado algo terrible, pero no es el final”. Necesitamos las historias para vivir y para comunicar nuestras esperanzas.

Algunos piensan que el arte es un lujo. El problema es que esto no es científico, no hay pruebas porque nadie ha vivido sin arte. No se ha registrado ningún periodo de la historia sin él. Alguien escribió que cuando alguien quiere controlar a las personas, ataca a los artistas, porque ellos crean las historias que permiten a la gente tomar conciencia del poder que tienen y usarlo.


«Los artistas crean las historias que permiten a la gente tomar conciencia del poder que tienen y usarlo.»


¿Qué significa para ti compartir tus historias con los lectores?

Emil Ferris: Quiero que sean libres y que hagan cosas que les sorprendan. Eso es una experiencia increíble. Yo estoy muy lejos de ser perfecta, pero he visto las cosas tan maravillosas que son posibles cuando asumes un riesgo. Yo lo hice. Me obsesioné con terminar la historia, y ni siquiera sabía si alguien la leería algún día. Simplemente seguí adelante.

Cuando terminé el libro, mi agente lo envió a cincuenta editores, de los cuales los cuarenta y ocho primeros lo rechazaron. Yo no tenía dinero, pasaba todo mi tiempo avanzando en el libro y las negativas seguían llegando. Fue una época bastante oscura. Pero, si tienes un sueño y la gente te dice que no, tu tienes que seguir creyendo en ‘tu sí’. Yo creí lo suficiente para mandarlo a esas cincuenta editoriales y, gracias a eso, dos dijeron que sí. La gente no debería pensar que las obras que llegan a sus manos tienen una gran historia de éxito a sus espaldas. El mío fue, probablemente, el éxito más repentino e inesperado de la historia.

Vivimos en un mundo que rechaza el dolor y teme sufrir, pero el libro ofrece un planteamiento muy diferente de esta parte de la existencia.

Emil Ferris: Yo quería que el sufrimiento fuera parte del libro. Y, sinceramente, lo suavicé. Mi infancia en un barrio conflictivo de Chicago en los sesenta fue mucho más dura de lo que describo en el libro. Cuando cumplí once años, habían muerto seis niños que yo conocía. La gente dice que la novela es oscura, pero dejé fuera gran parte de la oscuridad.

Pensamos que no debemos hablar sobre las desgracias delante de los niños, y esto es un gran error. Los niños saben que pasan cosas terribles a su alrededor, pero no tienen la libertad de compartir estas experiencias que les marcan profundamente. Son sensibles a estos acontecimientos, y hay que respetar el impacto que tienen en ellos. Necesitan un espacio en el que hablar abiertamente. Yo nunca hablé sobre lo que estaba viviendo, porque no tenía donde hacerlo, y Karen siente esta misma frustración que yo sentí. En cierto modo, mi libro invita a tener esta conversación con los niños.


«Los niños saben que pasan cosas terribles a su alrededor, pero no pueden compartir estas experiencias que les marcan profundamente.»


700 páginas dibujadas a bolígrafo. ¿Hay algún motivo por el que te has mantenido fiel a esta técnica?

Emil Ferris: Era todo lo que tenía. Mis padres eran artistas y tenían dificultades. Cada año me regalaban dos cuadernos… y bolígrafos. Y yo tenía que hacer mi trabajo con eso. Piensa en Karen: es hispana (en parte), pobre, procede de una familia uniparental, vive en un sótano… Pero tiene todo un mundo que mostrarnos, y lo hace con los medios más sencillos. Simplemente ese cuaderno, esos bolis. Es un error muy grave desestimar a alguien y dar por hecho que no tienen nada que contar o enseñar. Ahora mismo estamos viviendo esto en Estados Unidos: estamos decidiendo no escuchar a personas. Esta forma de pensar da mucho miedo.

A lo largo del libro encontramos portadas de revistas ‘pulp’ de la primera mitad del siglo XX. ¿Eres lectora?

Emil Ferris: ¡Por supuesto! Llevo unas cuantas en el bolso. Cuando firmé mi primer acuerdo de publicación, me pagaron lo suficiente para vivir de ello una temporada, pero tenía que tener cuidado. La única imprudencia que cometí fue volver a comprar todas las revistas de mi infancia. ¡Como una tonta! [Se ríe] Necesitaba comprender qué había amado tanto de esos monstruos. Aún guardo todas mis antiguas revistas, pero me faltaban muchas. Algunas se las había visto a mis amigos, pero yo no me las podía permitir. Me maravilló lo buenas que eran, su fantástico arte. Son simplemente espléndidas. Las historias eran espeluznantes pero siempre tenían un trasfondo político. A veces era inapropiado, o simplemente propaganda, pero eran muy inteligentes.

¿Fueron estas revistas las que te inspiraron a dedicarte a la ilustración?

Emil Ferris: Cuando era una niña jamás pensé que yo sería capaz de hacer algo tan guay. Durante mucho tiempo no podía averiguar quién o qué era. Era un monstruo, pero no sabía qué tipo de monstruo. Pero, desde luego, no me sentía como una artista, ni como una ilustradora.

¿Y cuándo empezaste a sentirte como una ilustradora?

Emil Ferris: Nunca lo he hecho. Me veo a mí misma como una contadora de historias. En el colegio, yo no podía correr porque mis piernas no medían lo mismo y tenía la espalda encorvada. A mi manera, yo era un monstruo y lo acepté, me enorgullecía de mi monstruosidad. Pero nadie jugaba conmigo, así que empecé a contar historias de fantasmas y los niños venían a escucharlas. De este modo, ya no estaba sola en el patio. Sabían que si se acercaban a mí conocerían el siguiente capítulo de la historia. Fue una experiencia muy interesante, pero no fue fácil. Es difícil conservar a tu audiencia, necesitas giros inesperados en tu historia y asegurarte de que ocurran antes de que suene la campana. Les dejaba en ascuas, igual que he hecho con el libro.

El triunfo en el mundo del cómic de una mujer de más de cincuenta años también ha imprimido cierta personalidad a la novela. ¿Por qué crees que es así?

Emil Ferris: Es duro ser un ser humano, cualquiera. Y creo que la dificultad de ser mujer es algo que todos podemos reconocer. Las mujeres vienen al mundo mermadas por el hecho de que hay un prejuicio en su contra, como ha sucedido a lo largo de la historia. Mi madre me puso este nombre porque quería que tuviese la oportunidad de hacer lo que yo quisiera. Antes de empezar mi vida, ella ya reconoció esa dificultad. Yo crecí en una época en la que no se había abordado la desigualdad, y no se nos enseñaba que tuviéramos opciones. Si antes de venir al mundo pudiéramos elegir quién queremos ser, creo que para elegir ser mujer habría que ser muy fuerte. No digo que ninguna vida sea fácil, en general, si entras a una minoría deberás tener la fuerza suficiente para hacerlo.

Por Blanca Del Guayo