26.10.2016

La historia del registro musical o el arte de captar lo efímero

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Hace apenas unos años, en 2008, unos investigadores estadounidenses encontraron en París una grabación sonora realizada el 9 de abril de 1860, en la que un cantante interpretaba una pieza de diez segundo: el tema se llamaba ‘Au claire de la lune’, la grabación más antigua del mundo.

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Y la historia dio un vuelco. Se trataba de un registro datado dos décadas antes del que hasta ese momento se consideraba el registro sonoro de la voz humana mas antiguo: el realizado por Thomas Alva Edison. Este descubrimiento desbancó al célebre inventor estadounidense del icónico puesto de primera persona capaz de lograr semejante hazaña, el primer hombre capaz de grabar la voz humana, para otorgársela al también inventor Édourd-Léon Scott de Martinville.

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Esta fascinante historia, que nos habla del continuo afán del hombre por superarse a través de los avances científicos y la tecnología, es solo una de las múltiples tramas y subtramas que devienen de la historia del registro musical y sus posibilidades de almacenaje y reproducción a la largo de la historia. Y todas ellas están detalladamente narradas y documentadas en la exposición 1,2,3…¡Grabando! Una historia del registro musical. Hablamos con Cristina Zúñiga, del equipo de arte de Fundación Telefónica y comisaria de la muestra, que se expone en la cuarta planta de nuestro Espacio Fundación Telefónica.

  • ‘1,2,3…¡Grabando!’ es la historia de “la pertinaz búsqueda del modo en que poder capturar las hermosas melodías de un arte cuyo disfrute era en esencia efímero”. ¿Fue esa necesidad de captar lo efímero la que desencadenó el registro musical?

Cristina Zúñiga– Registrar el sonido es muy sencillo al final, solo necesitas algo que catalice las ondas, una membrana y un estilete que lo registre en un soporte. No es tan complicado a un nivel muy primario. Pero no existía algo así, la música era una cosa para disfrutar en el momento, igual que el teatro, igual que cualquier declamación. No entraba en los cálculos de nadie, ni de físicos, ni de científicos, ni de poetas, ni de los propios músicos, la idea de registrar el sonido. Hasta la llegada del siglo XIX, un siglo donde parece que todo es posible, un siglo donde se comienza a medir el tiempo, a medir las distancias… y a medir el sonido también. Es ahí cuando se produce el cambio de paradigma: la toma de conciencia de que la palabra no es algo efímero y puede almacenarse. Pero siempre desde un punto de vista científico y para la posteridad. En ese momento, el registro musical no tenía aún nada que ver con el entretenimiento.

  • Cómo se gestó la idea de este proyecto expositivo. ¿Cuál es la tesis expositiva, qué podemos conocer a través de ‘1,2,3… ¡Grabando!’?

Cristina Zúñiga– Es curioso, creo que fue algo inconsciente. Por cuestiones personales, vivo en contacto directo con la música a varios niveles, que incluyen el proceso creativo, los arreglos, la grabación etc…, estoy muy metida en el mundo de la música. Además, me gusta mucho la historia, y el siglo XIX es mi siglo.

Algo está claro que se iba rumiando. Y vi que había una exposición que no se había hecho. No era fortuito, había investigado previamente, conocía la historia del registro, los aparatos, las etapas. Tengo aún las primeras notas manuscritas (recursos, anécdotas) algo primitivo pero que se asemeja al esquema final.

  • Explicas que esta exposición es un viaje fascinante que se inicia en los albores del registro sonoro con piezas como el fonoautógrafo de Scott de Martinville o el fonógrafo de Thomas A. Edison. ¿Se trata también de la historia de la democratización del consumo cultural, en este caso del musical? En el momento en el que se consigue captar y registrar y reproducir la música en aparatos, en soportes cada vez más accesibles.

Cristina Zúñiga– Por supuesto, total. Aunque en el momento de su lanzamiento, el reproductor de disco compacto de Sony, por ejemplo, era de precio elevado. O las máquinas parlantes, las tenían unos pocos elegidos. Luego sí que, por ejemplo, Edison lazó su Fonógrafo GEM, que era un fonógrafo popular. En los años treinta la mayoría de los hogares tenía un gramófono en casa, lo que hacía que la gente escuchara más música por este medio de lo que lo hubiera hecho en su vida asistiendo a conciertos. Y eso se repite en la casete que fue fundamental, por ejemplo, para que llegara la música a India. Era barata, fácil, transportable, y duradera. Así que sí, es cierto.

 

  • Nómbranos algunas piezas especiales, icónicas de la expo, por ser únicas, por venir de muy lejos, por su relevancia en este recorrido musica

Cristina Zúñiga– Lo primero que destacaría es el Fonógrafo de Edison, conocido como ‘Tin Foil’. Un cacharro algo ortopédico, rudimentario, pero el primer aparato que permite reproducir la música. Y eso es fundamental en esta historia, y algo desconocido en general. Luego, evidentemente, el estudio de grabación, el lugar donde se cuece todo; es importante conocerlo, saber qué son esas mesas, para qué sirven, conocer esos procesadores, saber de esos sonidos.

  • Y, ¿qué nos puedes contar de otra pieza relevante de la exposición: la audio-máquina del tiempo?

Cristina Zúñiga– Sí, la audio-máquina del tiempo es una pieza musical de Granados, producida para esta muestra, que está tratada con técnica actuales de edición de sonido de forma que se puede escuchar como sonaba antiguamente esa pieza en un cilindro, en un disco, y de forma digital. Se trataba de establecer un eje cronológico auditivo. Y lo hemos conseguido.

  • Una sala de la muestra nos habla también de la llegada de la música al cine.
Hombre mirando un kinetoscopio equipado con-sonido sincronizado ©U.S.-Dept. of the Interior,-National Park Service,-Thomas Edison
Hombre mirando un kinetoscopio equipado con-sonido sincronizado ©U.S.-Dept. of the Interior,-National Park Service,-Thomas Edison

Cristina Zúñiga– Un aspecto interesantísimo, que daba para otra exposición y no quería dejar de tratar. Una trama que está entretejida en torno a esta tecnología que estamos tratando. El cine, como otro medio más, fue consciente de la relevancia de la llegada del registro musical y quiso incorporarlo. Cuando se iniciaron las pruebas, pero más de estereofonía, la gente, los asistentes, se asustaban: sonaban los tambores y el público abandonaba la sala. La muestra narra tres pequeños avances que finalizan en los años veinte del s. XX, con El cantor de jazz, para algunos, el primer largometraje comercial con sonido sincronizado. Pero no lo es, la primera película totalmente dialogada con sonido es Luces de Nueva York, el primer largometraje con un 100% de diálogos sonoros de la historia del cine, utilizando el sistema de sonido Vitaphone.

  • Háblanos un poco de los prestadores que han cedido piezas para la muestra.

Cristina Zúñiga– Por ejemplo, Ricardo Recuero que es el dueño de los aparatos que conforman el estudio de grabación. Uno de los prestadores con la vida más apasionante, un tipo que sabe mucho de música, ha trabajado mucho, ha doblado todas las películas que se han hecho en este país, también ha sacado a algunos grupos, pero fundamentalmente ha trabajado en doblaje. Y Luis del Olmo, otra persona maravillosa. Me llevó hasta su museo en Tarragona, el Museo de la radio está en Roda de Berà, un lugar que recomiendo mucho. Puso a disposición de la muestra lo que necesitara. Suyos son algunos de los micros de la exposición. Otros son de Philips, y otros del Museo Nacional de Ciencia y Tecnología. El micrófono líquido es nuestro, de la Colección histórico-tecnológica de Telefónica. En Barcelona tuve la suerte de visitar también el Museu de la música, un museo nuevo, espectacular. Incorpora instrumentos de todos los países del mundo, con una colección de pianos, por ejemplo, única. Y también fueron muy amables y pusieron a mi disposición sus recursos. En realidad, todos los prestadores se mostraron entusiasmados desde el primer momento con la idea de la exposición.

  • Qué avance técnico en esta historia de la música te parece fundamental.

Cristina Zúñiga– Bueno, yo no lo he vivido (sucedió en los años cuarenta del s. XX) pero por las implicaciones que ha tenido y porque supuso, de verdad, un punto y aparte, sobre todo en la grabación y en la producción: la cinta magnética, vamos, la grabación multipista. Me parece fundamental. Porque anteriormente hubo avances, sí, pero la grabación se realizaba en una única toma, sin posibilidad de equívocos, ¡podías arruinar la producción! Y, no solo eso, no había posibilidades de introducir efectos como el delay, el eco… la posibilidad de dejar un pista en reposo. La cinta magnética es el invento, el avance técnico definitivo.

  • ¿Te sorprende que dispositivos o soportes en principio obsoletos u olvidados como el casete o el vinilo estén resurgiendo en la actualidad? Incluso hay una pieza destacada en la muestra homenaje a las cintas tuneadas…

casetesCristina Zúñiga– Habría que ver la edad de esos agentes y actores…
De todas formas, me encanta el revival de las casetes. Tecnológicamente el sonido no es que sea la bomba ni mucho menos, pero es un soporte muy interesante. El periodista Greg Milner cuenta una anécdota curiosa en su libro ‘El sonido y la perfección’ . Y es que Bruce Springsteen se grabó una maqueta casera en un radiocasete. Salió de casa, cogió la cinta y se la guardó en el bolsillo de sus pantalones vaqueros, donde pasó algunas semanas. El caso es que él, días más tarde, estaba en la inmediaciones de un lago, en una canoa y la cinta se le cayó del bolsillo, al agua, al fondo del lago. Recuperó la cinta aparentemente destrozada, la introdujo en un reproductor y sonó perfectamente. De aquella cinta salió su álbum Nebraska (1982): las casetes son un soporte realmente resistente.

Y sí, la exposición brinda su homenaje nostálgico a las cintas personalizadas con amor, verdaderas obras de arte.

  • Te atreves a vaticinar un pelín cómo va a ser esto del consumo musical en/para las nuevas generaciones: más streaming o mucho más vinilo. U otra cosa totalmente diferente.

Cristina Zúñiga– Hay varias cosas. En cuanto a si se consumirá un sonido de calidad. Esta duda se planteó también en tiempos de Edison. Su casa fonográfica se hundió básicamente porque estaba obsesionado por la calidad del sonido, lo único que buscada era que el registro sonara mejor que el propio intérprete recitándolo en directo. Qué ocurrió, pues que la Victor Talking Machine Company, su competencia, no apostaba tanto por el sonido como por incorporar a su catálogo celebridades. El sonido no era tan puro como el del Edison, pero contaban con los principales cantantes, con las caras más reconocibles. La gente no buscaba tanto la pureza del sonido como un disco de su estrella favorita, interpretado como sea. Ese problema, el de la calidad en favor del acceso prevalecía ya entonces.

Ahora pasa un poco lo mismo: habrá gente, claro que sí, pero ya se ha perdido eso de me siento en el orejero de mi casa a disfrutar en un equipazo de última generación, tecnología alemana… Siempre habrá melómanos pero ahora mismo impera el consumidor que prefiere tener acceso a todos los artistas que están en el mercado, y los quiere tener en su móvil, aunque suene a chicharreo.

Y todo esto influye, claro, en como se hacen y se producen las canciones porque los productores deciden que si el producto final está destinado a escucharse en ese dispositivo y no se va apreciar, para qué molestarse en crear ciertas atmósferas que no se van a oír. Además, las grandes producciones cuestan dinero. Y consumir calidad cuesta dinero, y no es que los jóvenes ahora mismo disfruten de un presente muy boyante.
Los nuevos canales a mí me parecen maravillosos: que tú te puedas comprar dos canciones de un disco y solo esas, porque son esas las que a ti te gustan. Esa posibilidad es maravillosa.

Y, luego, calidad en lo digital también hay, eh. Otra cosa es lo que tú decidas escuchar, claro.

La exposición 1,2,3…¡Grabando! Una historia del registro musical está organizada en torno a tres grandes áreas de acuerdo a la evolución cronológica de los dispositivos y los soportes. El primer apartado, Orígenes, abarcaría los años comprendidos entre 1857 y las primeras décadas del siglo XX; a continuación, Revolución sonora, de los años treinta a los noventa del pasado siglo y, por último, Suena en digital, del 1982 hasta nuestros días. La muestra se completará con una serie de recursos relacionados, tales como patentes, diagramas técnicos, fotografías, audios, carteles y audiovisuales, entre otros.

La muestra ‘1, 2, 3… ¡Grabando!’ podrá visitarse del 21 de octubre de 2016 al 22 de enero de 2017, en la 4ª planta del Espacio Fundación Telefónica.

Por Adriana Herreros