Los próximos 29 y 30 de octubre acogemos dos encuentros sobre el porvenir de la música y de la industria musical con motivo del 25 aniversario de la revista Mondo Sonoro. Hablamos con Luis J. Menéndez, redactor jefe de la publicación en Madrid sobre nuevas tecnologías, formatos y maneras de disfrutar de la música. De aquí a los próximos 25 años.
Mondo Sonoro nació hace un cuarto de siglo en estado de gracia: en plena eclosión de la prensa gratuita y con la industria musical independiente dando sus primeros pasos. Luego vinieron las ya legendarias Fiestas Demoscópicas, que han crecido de forma exponencial en público e importancia. Eso sí, sin perder su razón de ser: dar a conocer a los artistas noveles nacionales y ayudarles a despegar.
Hoy, la revista ‘indie’ por excelencia cuenta con 125.000 ejemplares mensuales, una edición online con 200.000 usuarios únicos al mes y presencia en todas las redes sociales. También estrena una nueva faceta de promotora cultural que organiza, entre otros, eventos como las jornadas ‘Fantasmas del futuro. Encuentros sobre el porvenir musical’ en el Espacio Fundación Telefónica.
La revolución tecnológica es “adaptarse o morir” y “la Mondo” eligió el primer camino. Manteniendo intacta su esencia.
“A pesar de cumplir 25 años, para Mondo Sonoro siempre ha sido más importante lo que está por venir que un pasado más o menos glorioso. También en los aspectos musicales: aquello de ‘cualquier tiempo pasado fue mejor’ no va con la publicación”.
Hablamos, pues, de futuro con Luis J. Menéndez, redactor jefe de la revista en Madrid. De cómo pintaba el futuro de la música hace 25 años y si hoy, 25 años después, se han cumplido las peores expectativas. O las mejores.
“Eran años de bonanza para las discográficas y los grupos gracias a la explotación del CD, que dio unos márgenes económicos enormes para una industria que todavía no imaginaba la que se le venía encima con Internet. Dudo que en aquellos años hubiera alguna expectativa de que las cosas fueran a convertirse en lo que hoy son hoy. Hoy el modelo se ha volteado, el formato físico es cada vez más residual y la industria musical se ha volcado en el directo y en un consumo de la música a través del streaming”.
Stop. Rebobinemos para los que hayan nacido en este siglo. Play.
Corría el año 1994. Bajarse música y películas de Internet de forma gratuita (e ilegal) era el pasatiempo nacional. Se suponía que las descargas de música en formato .mp3 iban a reemplazar al modelo de discos físicos, ya sea vinilos o CDs. Finalmente acabaron siendo un fenómeno minoritario.
El streaming, afirma Menéndez, es la tecnología que ha marcado un antes y un después en el consumo de la música. Sobre todo, entre los más jóvenes, con el auge de plataformas como Spotify (y, en menor medida, Apple Music, Tidal y Deezer) y Youtube.
“El streaming tiene sus puntos positivos y negativos: los primeros, obviamente, la creación de una biblioteca musical universal. Entre los negativos, que la posición monopolista de plataformas como Spotify ha eliminado de un plumazo a un montón de agentes (prensa, discográficas independientes) y tiene el poder absoluto para convertir a tal o cual artista en una estrella global. Teniendo en cuenta que el aspecto artístico es el que menos se tiene en cuenta por este tiempo de empresas/corporaciones a la hora de tomar esas decisiones… augura un futuro no excesivamente prometedor”.
Internet, el acceso inmediato y gratuito a la información, las películas, la música, las redes sociales, el fenómeno influencer… A lo largo de estas últimas dos décadas, todo ha cambiado: la industria del disco y del directo, claro, pero también la prensa musical.
“El papel de la prensa especializada ha cambiado en cuanto que ahora un aficionado puede estar escuchando un disco en paralelo o incluso antes de conocer nuestra opinión al respecto. En cualquier caso, sigue siendo necesaria una visión crítica que ponga un poco de orden a partir de cierto criterio en medio de toda esta avalancha de información sonora. De todas formas, la función de la prensa musical no ha sido en exclusiva –y ahora menos aún que antes– la de prescribir: en nuestra mano está también informar, reflexionar y conectar al artista y su universo personal con el oyente. Esas son funciones que todavía, hoy en día, si no hacemos nosotros no hace nadie”.
Resulta entonces que los fantasmas del futuro existen y dan un poquito de miedo. ¡Que alguien encienda la luz, por favor!
“Creo que todo pasa por interconectar a público, información y, por supuesto, el acto creativo. Las demandas del potencial público cada vez se tienen más en cuenta por la industria, así que no es descabellado pensar en un futuro en el que la música no sea ya la carta tal y como hoy lo entendemos, sino que se genere música específica para cada usuario a partir de sus gustos e intereses”.
A través de implantes y a la carta. Así es cómo pinta el futuro del entretenimiento musical según una revista musical de referencia.
“Estamos condenados a convertirnos en cyborgs. El teléfono móvil era sólo el primer ensayo general para conseguirlo…”
Una cosa sí no va a cambiar: solos en una habitación con nuestra tracklist personalizada o dejándonos llevar en un festival multitudinario, seguiremos disfrutando de la música.
Por Alessia Cisternino