16.01.2017

Beatles contra Rolling Stones

Facebook twitter

No solo fue una lucha de talentos. Diego A. Manrique recuerda que, en ambos casos, la elección de estudio (¡y productor!) determinó el rumbo de su música.

Facebook twitter

Una ley de hierro: no haces la música que quieres; haces la que puedes… y la que te dejan, especialmente en los tiempos en que las discográficas mandaban. Así, cuando EMI fichó a los Beatles, los músicos de Liverpool debieron integrarse en el régimen de trabajo de los estudios de la compañía en la londinense Abbey Road.

Grabar discos se consideraba una labor técnica; se esperaba que los empleados llevaran una bata blanca sobre su ropa de calle. El productor estaba exento de ese uniforme: tenía la responsabilidad de alcanzar la rentabilidad mínima (dos canciones en tres horas, suficientes para un single, el principal soporte en 1962).

Los Beatles tuvieron la enorme suerte de estar a las órdenes de George Martin. Aunque es posible que inicialmente pensaran que aquello tenía algo de castigo: ‘Love Me Do’, que sería su estreno en el sello Parlophone, se grabó  en dos jornadas de septiembre, primero con Ringo Starr y luego con un baterista profesional, Andy White, para consternación de Ringo. Lo de recurrir a session men (apenas había session woman, excepto como coristas) era un secreto a voces, aceptado en aras de la  eficiencia. Recuerden: tres horas, dos canciones listas para ser editadas.

Los Beatles grabando con George Martin.

Así que, desde el principio, Martin decidió que los Beatles merecían un esfuerzo (para los contables, una inversión) extra. También cedió ante la chispa que tenían sus propias composiciones: en la primera sesión, grabaron una canción firmada por el autor Mitch Murray, ‘How Do You Do It’. Como mandaban los cánones del momento: hasta entonces, el pop era generalmente obra de expertos en la sombra.

Comparen con el debut de los Rolling Stones, en primavera de 1963. Teóricamente, disponían de completa libertad creativa como propietarios de  sus grabaciones, que  serían distribuidas por Decca Records. Cuando entraron en Olympic Sound Studios, su representante, el visionario Andrew Loog-Oldham, se puso la capa de productor. En realidad, nada sabía del proceso. Cuando terminaron con el tema que encabezaría su primer single, ‘Come On (de Chuck Berry), el ingeniero sugirió que pasaran a hacer las mezclas. Andrew desconocía de qué demonios hablaba: “¿Mezclas? Pero sí  ya está grabado”.

Con semejante amateur, asombra que los Stones registraran tantas maravillas en aquellos primeros años. Les salvó su americanismo: de gira por Estados Unidos, visitaron estudios de Chicago (el del sello Chess) o Los Ángeles (RCA) donde contaron con ingenieros que supieron darles el sonido que buscaban. Por ejemplo, en ambos estudios se hizo ‘(I Can’t Get No) Satisfaction’, editándose la versión californiana, superando las objeciones de Jagger y Richards, que querían añadir una sección de metales. Algo que luego haría Otis Redding en el estudio Stax.

Los Beatles también quisieron probar la experiencia de grabar  en EEUU: se habló precisamente del estudio Stax pero se desechó por obvios motivos de orden público (imaginen, miles de adolescentes sitiando un edificio en un barrio negro de Memphis). A cambio, se apoderaron de Abbey Road. En vez de adaptarse a las normas de la empresa, los estudios se fueron convirtiendo en su nuevo instrumento favorito. Si Lennon decía que, para ‘Tomorrow Never Knows’ (1966), quería algo parecido a los cánticos de miles de monjes tibetanos en lo alto de una montaña, Martin y el ingeniero Geoff Emerick experimentaban. Respondieron al reto pasando su voz por el altavoz Leslie de un órgano Hammond y usando cintas que sonaban al revés.

El ‘Sgt. Pepper’s’ grabado en 2007 con grupos del  momento

Conviene recordar que Abbey Road no era, ni mucho menos, el estudio mejor equipado del mundo. De hecho, el ‘Sgt. Pepper’s Lonely Hearts Club Band’ (1967) se grabó en 4 pistas, cuando muchos estudios estadounidenses ya funcionaban con máquinas de 8 pistas. La enormidad de la hazaña solo se entendió cuarenta años después, cuando la BBC invitó a grupos de actualidad a recrear las canciones del elepé, usando la consola de 4 pistas y cinta analógica; el reto exigía resolver cada canción en un día. Acostumbrados a los métodos digitales, muchos lo pasaron mal. De hecho, los Kaiser Chiefs obligaron a que se apagaran las cámaras hasta que encontraron la forma de capturar un ‘Getting Better’ decente.

Por su parte, los Rolling Stones convirtieron los londinenses estudios Olympic en su taller. Allí les rodó Jean-Luc Godard mientras plasmaban ‘Sympathy For The Devil’, la pieza que abría el disco ‘Beggars Banquet’. Desdichadamente, el cineasta estaba interesado por la interacción entre los músicos e ignoró lo que ocurría en el control, donde estaba el primer gran productor al servicio de los Stones, el estadounidense Jimmy Miller.


Las cámaras de Godard captaron la grabación del ‘Sympaphy For The Devil’ en 1968.

El final de los sesenta empujó a ambos grupos a hacerse, en terminología marxista, propietarios de los medios de producción. En 1968, los Beatles encargaron a su amigo Alexis Mardas, alias Magic Alex, que diseñara un estudio de grabación de primera categoría, para el edificio londinense donde alojaban su empresa, Apple Corps. Siempre audaz, Mardas les prometió un estudio de 72 pistas; el estándar de la industria  musical llegaba entonces a las  consolas de 8 pistas.

Todo resultó una fantasía. Cuando los Beatles accedieron al sótano del número 3 de Savile Row, descubrieron que el estudio de Mardas no funcionaba; el espacio ni siquiera tenía aislamiento acústico. Mandaron un SOS al sufrido George Martin, que instaló a toda prisa dos grabadoras de 4 pistas cedidas por EMI. Así registraron parte del ‘Let It Be’ pero el estudio debió ser reconstruido y no estuvo operativo hasta septiembre de 1971.

Los Rolling Stones tomaron otra dirección. Sus ritmos vitales y sus vicios particulares sugerían que sería mejor grabar en sus casas, para lo que necesitaban un estudio móvil. Un camión en cuyo (estrecho) interior se montó una máquina de 8 pistas, pronto ampliadas a 16. Instalado inicialmente junto a la mansión de Jagger en Stargroves, les seguiría en su exilio fiscal al sur de Francia: en Nellcôte, en la casa estilo belle epoque de Keith Richards, se hizo buena parte del ‘Exile On Main St’.

Reportaje sobre el estado actual del Rolling Stones Mobile Studio.

La tentación de escapar del ambiente estéril de los estudios, obedeciendo a sus propios horarios creativos, permitió que el Rolling Stones Mobile Studio fuera utilizado por Led Zeppelin, The Who, Deep Purple o Fleetwood Mac, a pesar de su costoso alquiler (en los años setenta, la tarifa de mil libras al día suponía una fortuna). El camión también inmortalizó conciertos en directo de Bob Marley & the Wailers, Wishbone Ash, Status Quo o Dire Straits. En contra del destino de muchos estudios convencionales, arrasados por la piqueta, el Mobile Studio ha encontrado un refugio digno en Calgary (Canadá), como parte del National Music Centre.