27.03.2013

10 años sin Úrculo

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El próximo 30 de marzo se cumplen 10 años de la muerte de Eduardo Úrculo (Santurce,1938 – Madrid,2003), considerado uno de los máximos exponentes del pop art en España. El artista fallecía de un ataque cardíaco durante uno de los desayunos en la Residencia de Estudiantes de Madrid. Con su muerte se iba un pintor incansable y polifacético, que no dudó en coquetear con el diseño gráfico y la ilustración o en dejarse empapar por diversos estilos casi antagónicos.

Úrculo colaboró con la revista TELOS, editada por Fundación Telefónica, en 1985 con la serie Escenografías de lo personal, un conjunto de dibujos de su última etapa, la más representativa, en la que el pintor aparece de espaldas en autorretratos muy íntimos en distintos escenarios.

A partir de los 80 se percibe en su obra plástica una notable influencia del pintor norteamericano Edward Hopper, el artista aparece siempre de espaldas al paisaje urbano o rural que lo rodea, sin mostrar el rostro, con su característico sombrero panameño y la mirada perdida hacia un horizonte que suscita inquietud en el espectador.

Escenografías de lo personal es también un canto a la cotidianidad hecha arte: un gato, una emisora, botes de pintura y la silla plegable del pintor como protagonistas del lienzo.

Fue una grave hepatitis la responsable de que, a los 16 años, un joven minero llamado Úrculo se interesara en su convalecencia por el dibujo y la pintura. Gracias a una beca llegó a Madrid, ciudad que marcaría el inicio de su periplo por distintas ciudades a lo largo y ancho del globo. Después llegaron otras, como París o Ibiza, pero será en su viaje por Europa, en 1967, donde descubre a artistas como Warhol y Lichtenstein, que cambiarán su forma de concebir el arte.

Úrculo, que nunca había sido un hombre de ideas fijas, sustituyó el óleo por el acrílico y también la temática de sus cuadros, más cercana ahora al mundo de la publicidad y el cómic. En los 70 incorpora los desnudos femeninos a sus lienzos y será tachado de obsceno y polémico en los años de “los maravillosos culos de Úrculo” como los describió Vargas Llosa.

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