Imita a los niños: juega
En julio de 1922, Torres-García se traslada a Italia con la idea de continuar la realización de juguetes y exportarlos bajo la marca ‘Aladdin Toys’. Asociado también al artista holandés Bueno de Mesquita, residente en Florencia, trabaja en la exportación de juguetes para la casa holandesa Metz Co. y a otras filiales del continente.
El año clave en este proceso de internacionalización es 1924, cuando firma un contrato en Nueva York para crear su propia fábrica de juguetes. Ahí comienza la producción a gran escala de ‘Aladdin Toys’, esos juguetes de madera donde explora la noción de una estructura transformable, una idea que informaría gran parte de su arte por venir, tanto sus pinturas como sus esculturas.
El artista confiesa entonces: «yo vuelvo a animarme a trabajar, después de tanto tiempo de no pintar nada. Los juguetes me arrastran a eso. Porque es lo mismo que lo otro. Al fin creo que habré hallado algo que, a pesar de dar dinero, –si es que lo da– me hará feliz hacerlo. ¡Todo es juguete y pintura!…».
Los juguetes pasan a ser una razón de alegría, en aquellos tiempos de tragedia y guerra, de pobreza y escasez; piezas clave para entender su obra que respondían a la misma razón plástica de la pintura, a la misma investigación formal.
Los juguetes –figuras de infancia en un artista fascinado por la infancia de las formas– fueron también, para él, la infancia de su escultura y como tal generarán un repertorio similarmente antropomorfo, esquemático que constituirá su lenguaje, su personalísimo estilo constructivo.
Tras dos años de trabajo en Italia, decide mudarse al sur de Francia donde al poco tiempo se entera de que un incendio había destruido los almacenes de la compañía Aladdin Toys Co., en Estados Unidos, con toda la producción de juguetes.
En 1926 viaja a París, donde la prioridad vuelve a ser la pintura. Éstos fueron años fundamentales en su evolución como artista; allí se vincula con los principales exponentes de las vanguardias; promueve agrupaciones de artistas, realiza publicaciones y formula su Universalismo Constructivo. Sin embargo, los juguetes -realizados artesanalmente- siguen presentes como una forma de sostén económico; incluso, en muchos casos, precedieron a la creación de obras de mayor formato, apreciados como piezas de arte por su originalidad y lenguaje estético.
En 1932, Torres-García abandona París por la crisis económica y se instala en Madrid, creando en 1933 el Grupo Constructivo. Un año y medio después, con 60 años de edad, decide regresar a su Montevideo natal junto a su familia, impulsado por la idea de fundar una Escuela de Arte Constructivo. Los juguetes ya están lejos del centro de su atención. Sin embargo, este capítulo de su vida termina en Montevideo, con una exposición en el Museo de San José del Carmen.
El Espacio Fundación Telefónica presentó la retrospectiva Joaquín Torres-García: un moderno en la Arcadia, una muestra producida por el MOMA de Nueva York, en colaboración con el Museo Picasso Málaga.