Era el 14 de noviembre de 1889, y Nueva York despedía a Nellie Bly, una de sus más intrépidas reporteras, quien se disponía a embarcarse en una nueva aventura, quizás la más peliaguda de su carrera. Bly se había propuesto batir un récord ostentado por alguien muy particular: un personaje literario. Se trataba de Phileas Fogg, el célebre protagonista de La Vuelta al Mundo en 80 Días de Julio Verne, publicada 16 años antes.
Con esta novela Verne había cumplido su cometido de despertar la imaginación de sus contemporáneos, quienes comenzaron a preguntarse si realmente era posible rodear el planeta en menos de tres meses. Nellie Bly estaba convencida de ello, y decidió proponerse como candidata ante su editor, el magnate Joseph Pulitzer, director de The New York World.
Pulitzer ya había estado planeando un reportaje de esas características, pero su viajero imaginado era un hombre. Ante la insistencia de Bly, y un año después de su propuesta, terminó decantándose por ella, probablemente consciente de que el hecho de que fuese una mujer despertaría aún más interés en el público: un público convencido, como Verne, de que aventuras y viajes eran patrimonio masculino.
Tras una larga espera, Bly se encontraba finalmente a bordo del barco Augusta Victoria, rumbo a Londres, luchando contra las náuseas y siendo consciente de la magnitud de la hazaña que acababa de emprender. De lo que no era consciente era de que, unas horas más tarde, partiría desde Nueva York una persona dispuesta a vencerla en su aventura.
Esa misma mañana, The New York World anunciaba a bombo y platillo el inicio de la expedición de Bly. La noticia fue seguramente acogida con una mezcla de emoción y escepticismo, pero uno de los lectores del periódico vio algo más en ella: una gran oportunidad.
El lector en cuestión era John Brisben Walker, el nuevo director de la revista The Cosmopolitan, publicación que no se encontraba en su mejor momento. Intuyendo en su idea un claro valor publicitario, decidió entrar en competición con el New York World, enviando ese mismo día a un reportero que rivalizase con Bly. Se decidió por encomendarle la misión a otra mujer, para que la opinión pública viese la carrera como algo equitativo, y la elegida fue Elizabeth Bisland, editora literaria de la publicación y poetisa.
Al descubrir Bisland que su editor pretendía que, seis horas después, comenzase su viaje rumbo a San Francisco, con la intención de dar la vuelta al mundo en dirección contraria a Bly, se negó, mencionando que al día siguiente tenía invitados al té de las cinco. La periodista era muy consciente del impacto mediático que tendría una competición de esas características, y la idea de volverse una celebridad no le podía parecer menos atractiva. Su perfil era además muy distinto al de Nellie Bly: Bisland era una autora y crítica literaria amante de la rutina, no una intrépida reportera de investigación.
Walker sin embargo no dio su brazo a torcer, y ese mismo 14 de noviembre, Bisland tomó un tren hacia la Costa Oeste.
Así comenzó no un simple viaje, sino una arriesgada carrera de dos periodistas contra Phileas Fogg, y, por supuesto, entre sí, aunque Bly no supo de la existencia de su rival hasta su llegada a Hong Kong.
Ambas superaron al héroe de Julio Verne, pero sólo una ganó la carrera. Frente a los 76 días que tardó Bisland, Bly logró su objetivo en 72. Mientras que la primera, fiel a su naturaleza discreta, se refugió durante un año en Gran Bretaña para huir del ojo público, la segunda se convirtió en una auténtica celebridad, llegando a dar lecturas a lo largo del país y a ser contratada para publicitar distintos productos.
Tanto Bly como Bisland nos han legado las crónicas de sus aventuras, valiosos testimonios de su época, cada uno con el estilo particular de cada periodista. Ambos escritos nos transportan al siglo XIX con humor y también romanticismo, pero revelan al mismo tiempo sus lados oscuros. Sus relatos nos introducen en un mundo misógino que ambas critican, pero también en un mundo imperialista, de políticas discriminatorias y racismo que las propias descripciones de las autoras nos ilustran involuntariamente. No se trata por tanto de simples relatos de aventuras reales, sino de interesantes reflejos de una época a los que es importante acercarse con una mirada crítica.
Tanto Around the World in 72 Days de Bly y In Steven Stages: A Flying Trip around the world de Bisland pueden leerse online en inglés. En castellano podemos encontrar una traducción del libro de Bly, publicada por la editorial Buck, y el libro sobre ambas periodistas Ochenta Días, de Matthew Goodman.
Junto a estas lecturas recomendamos, para quienes quieran seguir investigando sobre el papel de la mujer en el siglo XIX y en la literatura verniana, la sesión de Hay Vida en Martes Ajuste de Cuentas, con la que despedimos esta entrada: