Cuatro grandes artistas Latinoamericanos de nuestra colección

• Rafael Barradas (1890-1929)
Al igual que Torres-García, Barradas nació y murió en Montevideo. Dieciséis años más joven, coincidió con él en Barcelona a principios del siglo XX. Allí se hicieron amigos y juntos expusieron en las Galerías Dalmau.
La influencia entre ellos fue mutua, como puede apreciarse en algunas obras del maestro expuestas en ‘Joaquín Torres-García: un moderno en la Arcadia’, donde el visitante se encontrará varias escenas vibracionistas de la Ciudad Condal. El vibracionismo fue una corriente artística creada por Barradas que fusionaba el cubismo y el futurismo y que buscaba expresar el dinamismo de la vida moderna a través de la representación de escenas urbanas.
Esta obra es un retrato vibracionista de la familia de Barradas. En primer plano, sentado en una mecedora mientras escribe en un libro de tapas rojas, el artista ha pintado a su hermano, el escritor Antonio de Ignacios. Detrás de él puede verse un fragmento de un piano y parte del torso de una persona que se ha interpretado como un retrato de su hermana, Carmen Barradas, compositora y pianista.
• Horacio Coppola (1906-2012)
Este longevo fotógrafo y cineasta argentino ha pasado a la historia por ser el cronista fotográfico del Buenos Aires del siglo XX. A través de la geometrización y de la abstracción y utilizando técnicas y perspectivas muy innovadoras, Horacio Coppola rompió totalmente con la tradición pictorialista.
La buena posición de su familia le permitió recibir una buena educación que se terminó de completar con dos viajes a Europa en los años treinta. En el viejo continente acabó viviendo varios años con el objetivo de conocer de primera mano tanto el arte clásico como lo que los artistas de vanguardia estaban haciendo en ese momento.
Esta obra es un buen ejemplo de los intereses de Coppola en ese momento. Por un lado, se puede encuadrar dentro del grupo de bodegones que el fotógrafo realizó durante los años treinta y cuarenta en Londres, Berlín y Buenos Aires, en los que, mediante la sobreimpresión y la combinación de positivos y negativos, técnicas que aprende en la Escuela de la Bauhaus, Coppola realiza collages fotográficos. Por otro, es un homenaje a Juan Gris, artista cubista muerto hacía entonces más de diez años al que Coppola consideraba el origen de la visión moderna. Al igual que Gris, Coppola utiliza una guitarra como elemento protagonista del bodegón (la repetición del clavijero en diferentes tamaños y posiciones o la simulación de la textura de la madera de la caja son recursos que el pintor madrileño también utilizaba habitualmente en sus obras).
• Vicente Do Rego Monteiro (1899-1970)
Vicente Do Rego Monteiro comenzó su formación en la Escuela Nacional de Bellas Artes de Río de Janeiro y, como el resto de artistas de los que hemos hablado, la continuó en Europa. En su caso, la ciudad elegida fue París. Allí conoció a los pintores cubistas, quienes estaban poniendo en cuestión las convenciones canónicas de la representación occidental.
Al comenzar la Primera Guerra Mundial, Do Rego Monteiro regresó a Brasil. A partir de ese momento desarrolló su actividad artística y docente en las ciudades de Río de Janeiro, Recife y São Paulo, donde comenzó a mezclar lo aprendido en Europa con el arte autóctono brasileño.
En esta obra Do Rego Monteiro toma la geometría y el planismo de las representaciones típicas de la cerámica de Marajó, un tipo de arte que se dio en Brasil durante el periodo precolonial (desde el 400 al 1.400 dC) y las une a las convenciones estéticas de la vanguardia europea de la época. Así, huye de la tradicional búsqueda de la tridimensionalidad a través del sombreado que sitúa los objetos sobre la mesa o sugiere la amplitud de la mesa colocando objetos que salen fuera del campo de visión pictórico (algo nada habitual en el arte occidental).
• Martín Chambi (1891-1973)
Martín Chambi nació en Perú, al norte del Lago Titicaca. Chambi, que perteneció a una familia de campesinos, no pudo recibir la esmerada educación que otros artistas latinoamericanos contemporáneos a él tuvieron pues desde muy joven se tuvo que poner a trabajar en las minas de oro de su provincia. Fue allí donde comenzó a interesarse por el que sería su oficio al ver a los fotógrafos ingleses que trabajaban para la compañía minera.
Las fotografías de Chambi, además de por su valor artístico, destacan por su interés documental. En 1911, tras el descubrimiento de Machu Picchu el turismo aumentó en Cuzco y las tarjetas postales realizadas por él empezaron a tener un gran éxito. Dice el propio artista:
He leído que en Chile se piensa que los Indios no tienen cultura, que son incivilizados, que son intelectual y artísticamente inferiores en comparación a los blancos y los Europeos. Más elocuente que mi opinión, en todo caso, son los testimonios gráficos. Es mi esperanza que un atestado imparcial y objetivo examinará esta evidencia. Siento que soy un representativo de mi raza; mi gente habla a través de mis fotografías.
Esperamos que este artículo haya despertado vuestra curiosidad y queráis saber más cosas sobre el patrimonio artístico de Telefónica.
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