27.03.2023

¿Cómo te miente tu cerebro?

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¿Sabías que tu cerebro puede mentirte? ¿Te has preguntado alguna vez hasta qué punto puedes fiarte de tus recuerdos? ¿Y de los de los demás? ¿Te interesa saber cómo de profunda es la relación entre memoria e imaginación?

El cerebro es uno de los órganos más fascinantes del cuerpo humano. No solo es el origen de nuestra consciencia, también es capaz de realizar operaciones y razonamientos complejos o de contener nuestros recuerdos. Pero, sin lugar a duda, una de las funciones más impresionantes e intrínsecas de la propia condición del ser humano es la imaginación.

La capacidad que tenemos todos los seres humanos de plantear escenarios e historias ficticias utilizando únicamente nuestra mente es la base del arte o la literatura; esa capacidad de creación que nos diferencia del resto de animales y hace que todavía podamos aportar capacidades muy valiosas frente a las tecnologías más complejas.

Sin embargo, precisamente esa capacidad para imaginar puede acabar jugándonos malas pasadas. En nuestra exposición Cerebro(s), que se puede visitar completamente gratis en la cuarta planta de Espacio Fundación Telefónica, exploramos algunas de ellas, como la capacidad para modificar recuerdos o el estrecho vínculo entre la memoria y la imaginación. En este artículo profundizamos en estas temáticas y te invitamos a hacerte la siguiente pregunta: ¿Tu cerebro te miente?

Elisabeth Loftus y la modificación de recuerdos

Todas las personas tenemos recuerdos, buenos y malos: los días de colegio, las caras de nuestros padres cuando eran jóvenes, el primer beso, ese profesor que nos tenía manía, las noches de verano en los pueblos, ese momento inolvidable con los amigos que recordamos años después…

Por supuesto, todos podríamos la mano en el fuego por nuestros recuerdos. Pero ¿y si algunos no fueran reales?

La psicóloga estadounidense Elisabeth Loftus trabaja en el ámbito de la memoria humana y en cómo esta puede verse alterara de forma accidental o intencionada. Dicho de otra forma, estudia los recuerdos falsos; cuando las personas recuerdan cosas que no sucedieron o que fueron muy distintas a lo que rememoran. De hecho, durante sus investigaciones, Loftus consiguió implantar memorias falsas en un grupo de voluntarios, haciéndoles creer que se habían perdido en un centro comercial cuando eran pequeños. La obra «Crudely Erased Adults» de Alasdacir Hopwood que podrás encontrar en nuestra exposición Cerebro(s) hace referencia precisamente a este trabajo de investigación.

Para lograr implantar esos falsos recuerdos, Loftus se entrevistó con 24 voluntarios y les propuso responder algunas preguntas sobre sus recuerdos. Les contó que había estado hablando con sus madres y que estas le habían contado algunas cosas que habían sucedido cuando tenían unos cinco años. Loftus les presentaba a cada voluntario tres anécdotas verdaderas y más tarde añadía el escenario inventado: se había perdido en el centro comercial, estuvo asustado y llorando hasta que le encontraron y le llevaron con su familia.

Lo más interesante de este experimento es que alrededor del 25% de los voluntarios dijeron que recordaban el falso acontecimiento y, además, añadían detalles.

Si te interesa conocer en profundidad este experimento y sus resultados, te recomendamos participar en las visitas comentadas de nuestra exposición Cerebro(s).

Memoria e imaginación

Los falsos recuerdos no siempre surgen de forma intencionada. De hecho, muchas veces ni siquiera es necesaria la intervención de un tercero para que nuestro cerebro nos mienta.

Esto sucede porque la imaginación y la memoria están entrelazadas. Hasta hace bien poco se consideraba que la imaginación era simplemente un aspecto más de la memoria o que la memoria era una forma de imaginación. Sin bien se ha demostrado que las áreas que se activan de nuestro cerebro cuando estimulamos una u otra función cognitiva son ligeramente diferentes, nuestro cerebro se estimula de una forma similar en ambos casos.

¿Lo interesante? Una de las cosas que aprendimos en nuestra visita a la exposición Cerebro(s) es que cuando recordamos nuestra mente “rellena” los espacios vacíos utilizando la imaginación. Esto provoca que, cuando más lejano es el recuerdo, más necesitamos estimular nuestra creatividad para completarlo.

Mente, recuerdos y distopías

La posibilidad de alterar los recuerdos y lo que esto podría suponer desde un punto de vista social y ético es una temática que invita a debates de lo más interesantes. Incluso se ha hecho un hueco en nuestro imaginario popular y está presente en algunas creaciones culturales que merece la pena revisar.

Una de las referencias culturales a tener en mente cuando nos adentramos en el debate sobre los peligros que podría suponer la alteración de recuerdos es la novela de George Orwell, 1984 (1949). El texto, sin duda adelantado a su tiempo, plantea preguntas tan interesantes como hasta qué punto podemos fiarnos de nuestros recuerdos o qué podría suponer la modificación de la memoria colectiva en situaciones concretas. También pone sobre la mesa la importancia de la comunicación y la creación de historias como transmisores y preservadores de esa memoria compartida.

Otra referencia que plantea la posibilidad de alterar nuestros recuerdos es la película ¡Olvídate de mí! (2004). Este filme muestra una realidad en la que existe una tecnología que permite seleccionar y eliminar a placer todos los recuerdos que conserva una persona sobre una relación y propone un debate interesante sobre la importancia de la memoria en las relaciones humanas y en nuestro propio desarrollo personal.

Para acabar, no sería posible hablar sobre la importancia de la memoria y los riesgos de su alteración sin hacer referencia a Memento (2000), el filme de culto de Christopher Nolan que gira en torno a un protagonista que, siendo incapaz de almacenar nuevos recuerdos, se sirve de fotografías y pistas que se tatúa en su propio cuerpo para intentar encontrar a la persona que acabó con la vida de su mujer y le causó su condición. “Memento”, a través de una línea temporal alterada, presenta de una forma sublime la importancia de nuestra memoria y cómo incluso la prueba que parece más irrefutable puede manipularse para alterar un relato.