El Che de Alberto Korda, el beso de Alfred Eisenstaedt, el miliciano de Robert Capa… algunas de las fotografías más célebres de la historia han sido tomadas con una Leica. El 11 de mayo se inaugura en el Espacio Fundación Telefónica de Madrid una muestra dedicada a esta cámara icónica, en la que podrán contemplarse, además de grandes mitos, imágenes menos conocidas pero que todo el mundo debería ver. A continuación os mostramos una pequeña pero fascinante selección.
Oskar Barnack, Inundación en Wetzlar, 1920
© Leica Camera AG, Wetzlar
El autor de esta imagen es nada más y nada menos que el inventor de la cámara Leica, Oskar Barnack (1879 – 1936). En 1914 este ingeniero óptico, mecánico de precisión y diseñador industrial creó un prototipo funcional de una cámara fotográfica que se servía del formato de película utilizado hasta ese momento exclusivamente para el cine, el de 35 mm. Fue en 1925 cuando esta cámara recibió el nombre de Leica y comenzó a comercializarse, pero hasta ese momento no estuvo acumulando polvo, sino que fue siendo mejorada y utilizada por su inventor.
Cinco años antes de que el mundo oyese por primera vez la palabra “Leica”, Barnack tomó esta fotografía con la que documentó una inundación en la ciudad alemana de Wetzlar. Al ser su invención una cámara extremadamente ligera y pequeña en comparación a las que se había manejado hasta entonces, ya no resultaba una locura pretender fotografiar un acontecimiento de esas características. Esta imagen es hoy en día por tanto un símbolo de la nueva fotografía nacida gracias a la inventiva de Barnack.
F.C. Gundlach, Reportaje para Nino, 1958
© F.C. Gundlach
Después de Barnack, infinidad de fotógrafos se han servido de la Leica para sus creaciones. Entre ellos fotógrafos de moda como F.C. Gundlach (1926), considerado el maestro de la fotografía de moda de la Alemania Occidental. En sus trabajos para marcas y revistas logró instantáneas en las que las modelos, fuera del estudio, posaban sobre alas de avión, frente a las Pirámides, en coches de carreras… imágenes inusuales que conviven en su portfolio con imágenes de carácter más cotidiano.
Esta fotografía, realizada para la marca de chubasqueros Nino, tiene un espontáneo aire de “robado”: la modelo parece haber sido captada por sorpresa en su café preferido. La postura aparentemente distraída, el ambiente y las personas que aparecen en segundo plano no le restan efectividad a esta imagen publicitaria exquisitamente compuesta, sino que nos muestran al verdadero protagonista (el chubasquero) como a una prenda versátil, elegante pero pensada para el día a día de toda mujer práctica y urbana que desee emanar glamour en cualquier contexto.
Christer Strömholm, Nana, 1961
© Christer Strömholm / Strömholm Estate
Tanto o más glamour irradia esta instantánea del fotógrafo sueco Christer Strömholm (1918-2002). Aunque probablemente hubiese triunfado en el campo de la fotografía de moda, Strömholm dedicó su vida a los fotorreportajes, con los que buscaba ir más allá de la estética y de la captura del instante para adentrarse en las vidas de sus sujetos y abordar temáticas universales como la soledad o el amor. Su serie más conocida, ‘Les Amies de Place Blanche’, nos sumerge en la comunidad de mujeres transgénero que, en los años 60, trabajaba en las calles y los hoteles cerca del barrio Pigalle de París. Nana, sujeto de esta fotografía y protagonista de la serie junto a compañeras como Sabrina, Jacky o Cobra, juega aquí con Strömholm a través de una pose elegante e inusual y nos atrapa con su presencia, ajena a la mirada de un gris transeúnte casi indistinguible del trasfondo urbano.
Fred Herzog, Hombre vendado, 1968
© Fred Herzog, cortesía de Equinox Gallery, Vancouver
La Segunda Guerra Mundial, bombardeos, la muerte de sus padres, el abandono de la escuela, la marina y, finalmente, Canadá. La vida de Fred Herzog (1930) ha sido dura, pero su pasión por Vancouver le ha garantizado un lugar privilegiado en la historia de la fotografía. Fue esta ciudad, a la que llegó en 1953, la que inspiró fotografías a color hoy consideradas pioneras en el campo de la fotografía callejera, ya que se atrevieron a desafiar los convencionalismos del blanco y negro imperantes en el momento. Esta instantánea, Hombre vendado, captura el ambiente de la ciudad costera en los últimos días de su esplendor de neón. El propio Herzog cuenta que no había planeado la fotografía, sino que simplemente había disparado con la cámara en la cadera mientras caminaba, lo que explica que la cabeza del hombre esté cortada. Esto, en lugar de restarle valor a la imagen, le añade interés, logra que nos preguntemos quién será este hombre que parece tan ajeno a su curiosa apariencia.
François Fontaine, Grace Kelly (Atrapa a un ladrón de Alfred Hitchcock, 1955), de la serie “Silenzio!”, 2012
© François Fontaine, cortesía de A. Galerie, París
En el extremo opuesto a las fotografías de la muestra que logran capturar un instante de la vida del siglo XX se encuentra la serie “Silenzio!” de François Fontaine (1968). Este fotógrafo parisino prefiere utilizar su Leica para reflexionar sobre la memoria, los sueños y la fantasía. Por ello, se decidió a congelar las imágenes del cine más influyente desde los años cuarenta hasta la actualidad. Cita como inspiración al escritor checo Milan Kundera, para quien la memoria no fija sus imágenes en movimiento, como el cine, sino mediante fotografías suspendidas en el tiempo. En esta obra la borrosa quietud de la silueta de Grace Kelly despierta en nosotros una asociación inconsciente con la película a la que pertenece, cuyas emociones volvemos a sentir aunque no sepamos por qué, ya que a no ser que leamos el título de la obra, es probable que no lleguemos a sentirnos ciertos de su origen.
Julia Baier, Sin título, de la serie “Desde el aire”, 2014
© Julia Baier
La joven fotógrafa berlinesa Julia Baier (1971) tiene a sus espaldas una corta pero prometedora carrera, marcada por numerosas muestras internacionales y varios premios. Interesada en capturar y dotar de trascendencia el mundo que la rodea, en la serie “Desde el aire” se decidió, entre otras cosas, a fotografiar su patio trasero, un motivo que se volvió recurrente en su obra. La inusual perspectiva que se nos muestra en esta fotografía es la que puede observarse desde la ventana del baño de Baier, la primera imagen que veía al despertar. Tras encontrar un día un enorme charco que reflejaba el cielo, se dio cuenta de que cada día ese espacio cotidiano presentaba una apariencia diferente y mostraba el paso del tiempo y las huellas de sus vecinos. En esta imagen, tomada tras una nevada, el fuerte contraste del blanco y negro nos hace olvidar que estamos ante un lugar conocido y nos transporta al terreno de lo abstracto, a un cruce de caminos donde lo inesperado se hace posible.