Bratislava (Eslovaquia). Del 17 al 19 de julio.
Por Claire Martin.
Bratislava (Eslovaquia). Del 17 al 19 de julio.
Por Claire Martin.
Los bloques de viviendas de la época comunista se alzan verticalmente en el horizonte. Al cruzar de Austria a Eslovaquia, es evidente que hay una herencia diferente de los años del comunismo, aunque esta herencia ahora no tenga nada que ver con la moderna Eslovaquia. También hay muchas similitudes a nivel arquitectónico, dado su pasado compartido como parte del Imperio austrohúngaro. Pero así como Viena tiene brillo, Bratislava parece mugrienta. La herencia económica del comunismo en Bratislava parece que hoy en día es una atracción para el turismo. En nuestro hostal para mochileros podías encontrar numerosos folletos donde anunciaban tours comunistas que incluían visitas a la arquitectura soviética y la esencia kitsch de los coches, motos, rótulos, etc.
De nuevo, llegábamos tarde y las habitaciones estaban divididas. Yo dormía con Emily y su preciosa pequeña de dos años, Lola, ya que por lo visto mi tolerancia hacia los bebés llorones era un poco más alta que la de algunas de las chicas. Lola era un encanto, aunque debo admitir que no me sorprendería si algún día se convierte en una voz que le disputara el torrente a Aretha Franklin. No le faltaban pulmones a esta pequeña, como tampoco una enorme gama de tonos… Hacer que las madres pudieran crear nuevo material era un objetivo del proyecto y uno de los que estoy personalmente orgullosa de haber logrado. Me quito el sombrero ante Emily y Lola, porque se adaptaron al ritmo rápido del viaje de forma alucinante. La principal dificultad radicaba en buscar suficientes rimas de canciones infantiles para que Lola estuviera entretenida en los viajes más largos, ¡o bien en cantar muy alto como para ahogar su llanto! Pobrecita.
Algunas de las chichas visitaron un lago en el extremo de la ciudad y volvieron con fotos preciosas de los habitantes locales bañándose y relajándose en la playa; otras hicieron el tour de la era soviética; y algunas otras se reunieron con gente local en sus casas a escuchar cómo era la vida en Bratislava. Yo busqué en Internet algún suburbio donde residiera una mayoría de romaníes al que pudiera ir y visitar, y encontré uno llamado Plavecky Stvrtok.
En uno de los diarios de Inge Morath, esta afirma que “hay un olor que solo se nota en las casas muy ricas, un olor a cosas preciosas y a perfume de mujer”. De la misma forma, hay un olor que solo se puede notar en los coches muy caros, a cuero auténtico y caoba. Mercedes patrocinaba el transporte para el proyecto, así que me metí en mi reluciente Mercedes Benz sedán y me lancé a la carretera. Normalmente soy un poco más comedida y conduzco los típicos coches destartalados y viejos, tratando naturalmente de encajar cuando fotografío en zonas socioeconómicas empobrecidas, así que no sabía cuál iba a ser la percepción de los demás cuando me vieran llegar en este carísimo y llamativo coche. ¡Y resultó ser que mi buga tuneado fue un éxito total! Se convirtió en un impresionante tema de conversación con todo aquel al que me cruzaba por el camino.
No sabía exactamente adónde ir, estaba un poco perdida, así que me detuve en un claro y vi un lago y un grupo de gente que estaba haciendo un picnic al lado de una pequeña casucha que vendía cerveza y otras bebidas. A un lado del lago descansaba un asentamiento romaní, mientras que al otro lado había cabañas de vacaciones. Cuando salí del coche me rodearon inmediatamente algunos curiosos. Imagino que no muchas mujeres extranjeras se pasean con un Mercedes Benz para nadar en esa parte concreta del lago. Minutos más tarde, algunos críos ya me arañaban los bolsillos: “Money, money, money”. Yo les ahuyentaba escarbando en sus pantalones y haciéndoles cosquillas gritando también “money, money, money”. Pareció funcionar, todos nos reímos y pedí una cerveza. Me senté a pasar el día, cámara en mano, con mis nuevos amigos.