Llevábamos hablando de él durante casi dos años, así que fue muy emocionante ver por primera vez nuestro camión. También iba a rencontrarme con Lurdes, a la que no veía desde aquella vez en Salzburgo, hacía muchísimo tiempo, cuando coincidimos algunas de las galardonadas con el Inge Morath Award para una exposición. Recuerdo que tras todos esos días en Salzburgo y ya con la vaga idea de hacer un viaje por carretera instalada en nuestras mentes, yo había escrito algunas dedicatorias en el libro que acaba de publicar donde ya mencionaba que íbamos a hacer una «aventura Inge Morath». No sé si en realidad estaba convencida del todo pero el hecho es que, dos años después, ahí estábamos, con un camión vacío y la financiación necesaria para tomar rumbo al Mar Negro.
Nos encontrábamos en Spedition Ebeling (la empresa logística que patrocinaba el camión) rodeadas de mecánicos, conductores y vehículos mucho más grandes. Nos sentíamos un poco como niñas. Sentadas en la cabina, empezamos a probar el elevador automático para los escalones de la parte trasera. ¿Se parecía eso a una galería? ¿La gente iría a ver nuestra exposición? No teníamos ni idea. En principio, teníamos vínculos con galerías, instituciones y otras entidades a lo largo del viaje (que se encargaba de coordinar María), pero no teníamos ni idea de si éstos nos acercarían al público.
El primer paso era convertir el camión en una galería. El diseñador tuvo la idea de dividir el camión en dos espacios, creando una zona donde se expondrían el viaje, el proyecto y los nombres de todos aquellos que aportaron su generosa ayuda al proyecto a través de Kickstarter. En la otra zona habría un mapa y un enorme panel en blanco que se podía desdoblar para convertirlo en pantalla donde proyectar nuestras presentaciones al atardecer. Era un diseño inteligente. El interior incluía también un sistema de suspensión magnético para colgar unas lamparitas pequeñas que pudieran iluminar la exposición. Yo me puse a trabajar en unos escalones lo suficientemente anchos y estables para que la gente pudiera entrar en la galería sin miedo. También montamos una estantería en la parte trasera del camión para mostrar los libros. Nos bastó un viaje a Ikea para hacernos con las mesas y sillas para el proyector, minitaburetes para los espectadores y cajas para guardar todo el material durante el viaje.