20.07.2012

Un juego de suspense perfecto

Tomás Blanco

Tomas Blanco

El manejo de la tensión narrativa. La tensión narrativa consiste en formularle preguntas al lector-espectador y retrasar las respuestas. El autor maneja impecablemente este recurso (mejor que la serie). Fundamentalmente lo consigue cambiando de punto de vista y colocando cliffhangers.

El manejo de muchos puntos de vista a través de un narrador omnisciente único tiene varias ventajas (y desventajas, que no vienen al caso) frente a un narrador en tercera persona tradicional; (1) genera más fácilmente tensión narrativa y (2) permite construir el argumento de forma muy sencilla oponiendo el argumento de cada escena de forma dialéctica con las demás escenas. Lo interesante del caso es que el autor le da una vuelta de tuerca de forma que el lector-espectador sabe cosas que los personajes no saben. Es un recurso característico de la comedia (el espectador sabe que hay un escondido personaje debajo de la mesa, pero los demás personajes en la escena, no lo saben, por ejemplo) que Martin utiliza de forma original, para generar tensión, empatía.

El personaje ante el conflicto. El personaje se define, define su naturaleza, mediante las acciones que realiza en situaciones conflictivas de presión. Así, los personajes (con el puntito estereotípico imprescindible en las narraciones de género) están muy bien definidos a través de sus acciones en un contexto de presión mortal. Sin embargo, los personajes siempre saben lo que tienen que hacer. No saben si lo conseguirán, no saben como reaccionará el enemigo, etc, pero siempre saben lo que tienen que hacer (tanto, que hasta el espectador sabe lo que van a hacer antes de que lo hagan).

El problema. Cualquier personaje, como cualquier persona, enfrentado a un conflicto, es alguien que, en gran medida, no sabe. Así que cuando a tu mejor amigo le deja la novia y te pide consejo, lo ves todo bastante claro. Sin embargo, cuando la novia te deja a ti, la realidad, se vuelve fragmentaria, antitética, impredecible.  La realidad se redimensiona, no sabemos calibrar la importancia, no se está seguro de por dónde tirar. La realidad se desordena. Así, el personaje tiene dos necesidades; (1) concebir un objetivo que ordene su nueva realidad (recuperar a la novia o tomar Desembarco del Rey) y (2) intentar sacar una lectura de esta nueva realidad, interpretarla, darse una explicación, aunque sea intuitiva. Esa interpretación es indispensable para que la narración construya un argumento (no confundir argumento con trama –la sucesión de acontecimientos-, ni con tema –el poder).

En Juego de tronos no se narra esta interpretación. No tiene argumento. Y no tiene argumento porque los personajes saben lo que tienen que hacer la inmensa mayoría de las veces (de manera que la narración no está en condiciones de decir una cosa y contar otra). Su conflicto no es saber lo que tienen que hacer, sino hacerlo, tomar la decisión, asumir los costes o consecuencias de tal o cual decisión difícil. Además, la interpretación de esas decisiones no se narra. La acción se suspende antes de la decisión, o inmediatamente después de decidir. Después viene, invariablemente, otra escena con un cambio de punto de vista o un cliffhanger. Cuando volvemos a la trama suspendida, vemos al personaje realizar la acción o bien, evaluar si la acción tomada ha funcionado bien para sus intereses. Es decir: los personajes casi nunca interpretan el conflicto, no extraen ninguna conclusión más allá de evaluar qué tal ha salido. Es curioso como los personajes menos claros en sus decisiones, son los más interesantes (Tyrion, es el ejemplo más claro, y no siempre) y los únicos que construyen, levemente, un leve argumento.

Lo más gracioso es que el problema (el argumento) se produce, en gran medida por los aciertos. El cambio de punto de vista, la sucesión rapidísima de conflictos y cliffhangers, en un intento por alimentar la tensión narrativa, incide en que la narración no tenga argumento. Sostener una narración formulando preguntas y retrasando respuestas, hace que la narración sea rápida, divertida, adictiva incluso. Pero sin argumento, no deja de ser una forma de generar atención bastante trivial. Incluso tramposa.

Autor: Tomás Blanco 

Guionista y Bloguero. Telecinco 

 

**El coloquio «El éxito real de un producto de ficción» (sábado 21 a las 19:00) y el encuentro con George R. R. Martin (domingo 22 a las 19:00) podrán verse en streaming desde esta página**

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