Norman Foster– Sí. Aquello que hoy es un sueño mañana será realidad. Así, la capacidad del dron, puede captar, como usted dice, (el edificio de) Apple desde los aires. Y esto es tan nuevo… Totalmente nuevo. Dentro de muy poco tiempo, esos drones estarán automatizados. Transportarán personas. Serán el Uber aéreo. Vemos cambios extraordinarios y, retomando la conversación anterior, son lecciones importantes de vuelo y movilidad, y del modo en que estos fusionan con la arquitectura; el futuro, que ya está a la vuelta de la esquina.
- El antropólogo español Juan Luis Arsuaga afirma que la tecnología es lo que antiguamente entendíamos como magia ¿Está de acuerdo con esta afirmación?
Norman Foster– Sí, sin duda. La tecnología es tan antigua como nuestra civilización. No es algo nuevo. Y algunas de las cosas del pasado hoy representarían un reto para nosotros. Crear catedrales, por ejemplo, eso era tecnología del espacio hace siglos. La tecnología como medio para el logro de un fin social; la tecnología en términos de mejorar la calidad de vida, crear energías limpias, reducir la polución, afrontar el cambio climático y otros fines semejantes.
- En su profesión, ha conseguido casi todo aquello a lo que uno puede aspirar y ha cosechado grandes éxitos a lo largo de sus más de 50 años de carrera. ¿Qué le impulsa a continuar?
Norman Foster– Creo que es el proceso creativo, además de entrar en contacto con los usuarios finales de un edificio, con quienes les representan, con quienes encargan edificios. Recuerdo las palabras de Steve Jobs: «no piense en mí como el cliente; véame como un miembro del equipo de diseño, como un miembro de su equipo». Y esta era la realidad. Y, claro, una vez que el equipo evoluciona hacia esto, resulta un proceso muy atractivo e inspirador; bastante duro pero muy satisfactorio. Y, claro, cuando ocho años más tarde empiezas a ver sus frutos, como vimos hace unos días en Cupertino, entonces… es simplemente mágico.
- Cada proyecto presenta un nuevo desafío. No hay dos proyectos iguales. En términos de integración, ¿Cuál ha sido su mayor reto?
Norman Foster– Creo que cada tarea de diseño tiene dificultades propias y distintas por razones diferentes. Si me refiero al Reichstag, por ejemplo, estamos ante una cámara llena de políticos. Aquí la dificultad es que se pongan de acuerdo, pero nunca han estado de acuerdo en nada en sus vidas, porque, por naturaleza, tienen que cuestionar y disentir. Por lo tanto, aquí, por primera vez en sus carreras profesionales, tendrán que ponerse de acuerdo. Esto es un reto. El resultado está siendo muy positivo.
En ocasiones, un edificio tiene algo de maratoniano. Dura mucho tiempo y los mejores edificios resultan de la continuidad. Con menos edificios, quizás, puedes enfrentarte a cambios en las personas que dirigen el proyecto a lo largo de los años. Puede suceder en organismos como universidades y otras instituciones. A veces, tienes la continuidad y la visión original, quizás la del rector o vicerrector que lo encargaron, puede ser diferente de aquellos que lo heredaron debido a los cambios. No significa que el edificio no funcione. Es solo que, con el tiempo, quizás, algunas de las ambiciones se diluyen.
- Siempre ha ido usted un paso por delante. Muchos le consideran un visionario ¿Qué viene ahora?
Norman Foster– Realmente, creo que se trata de continuar resolviendo cuestiones de medios a través del diseño, a través de la infraestructura; continuar abordando aspectos del cambio climático, a través del espacio público, de los edificios, de edificios que acumularán energía, que consumirán menos energía. Y demostrar un futuro positivo y optimista, para mejorar la calidad de vida de toda la humanidad