Pigmentos naturales presentes en algunas flores, frutas y verduras, como la remolacha, la buganvilla, los champiñones o la quinoa, que suponen un colorante natural muy codiciado hoy en día en la industria alimentaria. Sus características permiten dotar a los alimentos de intensas y variadas coloraciones, desde amarillos a rojos, tratando de desbancar así a los colorantes sintéticos. Sin embargo, tienen también otras aplicaciones en campos como el de la medicina, al ser empleados para la detección de malaria en personas que se hayan podido infectar, o en el ámbito del bioterrorismo: una vez diluidas en determinadas sustancias químicas éstas varían su coloración en contacto con el ántrax, ayudando en la detección de posibles amenazas.