En el ámbito de la computación, el algoritmo es un elemento fundamental para la correcta ejecución de cualquier programa informático. Consiste en una serie ordenada y finita de pasos para resolver un problema determinado que, de manera general, se representa escrito en lenguaje de programación. Si bien el uso del algoritmo como función matemática tuvo aplicaciones previas, el primer gran salto en su vinculación con la computación tuvo lugar en 1842, cuando Ada Lovelace creó el primer algoritmo informático. Posteriormente, con la revolución de los ordenadores de los años sesenta y setenta un grupo de artistas de la escena digital, más tarde conocido como «los algoristas», comenzó a producir sus propios algoritmos y a aplicarlos como herramienta de creación artística. De esta forma, el algoritmo se convirtió en la receta ideada por el artista para que un programa informático concreto diseñe y ejecute una obra de arte. Las continuas experimentaciones en el campo del arte algorítmico han derivado después en múltiples tendencias como el arte fractal, el teselado y el arte genético o evolutivo, entre otros.

En 2008 Joanie Lemercier se unió al trabajo de los artistas Yannick Jacquet, Oliver Ratsy, Romain Tardy y Thomas Vaquié, y cofundaron el sello visual AntiVJ. El nombre hacía referencia a su descontento con las prácticas y usos más populares de los VJ, como las excesivas formas y colores, efectos apilados, transiciones de imágenes inconexas y ausencia de narrativas. El nuevo grupo aspiraba a la producción de actuaciones inmersivas con una cuidada combinación de música y luz proyectada, buscando trascender los límites de la pantalla y empujar las posibilidades creativas del medio más allá de la escena musical convencional. Sus trabajos se centraron principalmente en la realización de proyecciones arquitectónicas, escenografías para festivales e instalaciones artísticas, hasta que en el año 2012 Lemercier se desvinculó del grupo para centrarse en sus propios proyectos.

Práctica que conjuga el arte y el activismo como medio de transformación social. En este sentido, los artivistas emplean diversas formas de expresión artística con el objetivo de generar conciencia social y empujar la agenda política. Sus orígenes se remontan al arte conceptual, el videoarte y la performance, con los cuales se logra la desmaterialización absoluta del objeto artístico. Partiendo de estas tendencias, se gesta un nuevo lenguaje libre y autónomo que, al margen de cánones estéticos y normas culturales, busca un equilibrio entre la visibilidad, la durabilidad y el riesgo. Este eje vertebrador nutre un amplio abanico de herramientas, estilos y medios de expresión que encuentran en el paisaje urbano su principal escenario para la acción. En el caso de Joanie Lemercier, arte y activismo constituyen los dos lados de una misma moneda. De esta forma, la contemplación y el deleite estético convergen con la concienciación y actuación ecologista, empujando el discurso actual y animando a la construcción de un futuro mejor.