Todos los seres humanos compartimos un mismo destino: somos tripulantes de una nave, la Tierra, y como tripulación tenemos la capacidad de pilotarla con fines positivos, en beneficio de todos y sin perjuicio de la Naturaleza. Utilizada por primera vez por el periodista Henry George a finales del siglo XIX, la expresión la popularizó Fuller con la publicación de su libro Manual de instrucciones para la nave espacial Tierra en 1968, un momento clave en el contexto internacional, cuando la carrera espacial entre Estados Unidos y la Unión Soviética se encontraba en pleno auge.
n