12.09.2019

Los fantasmas de Roald Dahl

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Cascarrabias, colosal y soñador. Roald Dahl es indefinible, pero si tuviésemos que dar una pista para que alguien pudiese conocerlo un poquito, sería la palabra ‘libros’. Con motivo de nuestro encuentro Conversaciones con Roald Dahl, repasamos las obras del autor y las vivencias que las inspiraron.

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Leer a Roald Dahl de adulto es querer volver atrás, tanto y tan fuerte, que seguramente te adjudiquen el carné de ‘abonado’ a tu propia infancia. A él le pasaba un poco igual: a la hora de ponerse a escribir tiraba de su hemeroteca vital para enfrentarse o ‘irse de cañas’ con sus versiones anteriores. Aquí te dejamos cinco libros cuya fuente de inspiración fue su propia vida.

La importancia de los destinos en ‘Las Brujas’

Roald Dahl vivió los tres primeros años de su vida en Noruega y para él, el país nórdico irradiaba la palabra ‘hogar’ por los cuatro costados. Sin embargo, una sensación antagónica le rondaba cuando se encontraba en Inglaterra, país al que él y su familia tuvieron que mudarse cuando su padre falleció. Durante los veranos en Noruega, la felicidad y la libertad eran la tónica, mientras que la estricta educación inglesa atormentaba al pequeño Roald durante el curso escolar. Estos espacios también aparecen en ‘Las Brujas’ (1983). En el libro, el protagonista viaja desde Noruega, donde feliz vive con su abuela, hasta Reino Unido para luchar contra un aquelarre que quiere erradicar a los niños de la faz de la tierra. Esta batalla cambiará su vida y le condicionará para siempre.

Boy’ y el maltrato

«Cuatro años es mucho tiempo en prisión», solía comentar el autor cuando hablaba de su traumática estancia en Repton School, el colegio de Derbyshire en el que estuvo interno toda su adolescencia. Esta vivencia estuvo protagonizada por los abusos de sus compañeros y de los propios docentes de la institución. Su desquite personal se llama ‘Boy (relatos de la infancia)’ (1984) y no es una autobiografía al uso, sino, una serie de relatos ambientados en su traumática vida en este internado. Una ensalada de emociones que incluyen diversión, tristeza, aventuras y represión en los que Dahl se desnuda por dentro a través de la pluma.

Charlie y la pasión por el chocolate

¿Conocéis a alguien a quien no le guste el chocolate? Si es así, alejaos. Nuestro autor no era una ‘rara avis’ en cuestiones gastronómicas:  le apasionaba el chocolate. Cuando estaba en Repton School, la fábrica de chocolates Cadbury mandaba productos para que los probasen los alumnos. Casi se puede oler la fuente de inspiración que le llevó a imaginar que bucear en lagos de chocolate es posible, que la hora de comer puede estar resuelta gracias a mascar un chicle de tres platos (sopa de tomate, rosbif y pastel de arándanos) y que se puede trabajar con Oompa Loompas contratados a jornada completa, y ‘Charlie y la fábrica de chocolate’ (1964) es prueba de ello.

‘Los Gremlins’ y las RAF

Conocimos a Los Gremlins en 1984, gracias a la película estadounidense que llevaba el mismo título. Sin embargo, los soldados ingleses ya los habían descubierto durante la Segunda Guerra Mundial. Se decía que estas criaturas mitológicas eran responsables de las averías que sufrían los aviones de la Royal Air Force (RAF), en la que el propio Roald Dahl se enroló en 1939. Esta leyenda urbana del sector militar, que nuestro escritor vivió en sus propias carnes, inspiró su primer libro dirigido a un público infantil, ‘Los Gremlins’ (1943). En un principio la novela fue escrita para Disney, como propaganda para un largometraje animado que nunca se hizo.

 ‘James y el melocotón gigante’ y el miedo a volar

Durante la Segunda Guerra Mundial, concretamente en 1941, Roald Dahl sufrió un accidente en el que fue derribado mientras surcaba África a lomos de su pájaro de hierro. ¿Las secuelas? un cráneo fracturado, una nariz rota y ceguera. Todo esto hizo que el autor no quisiese volar nunca más. Sin embargo, la ‘morriña’ no es algo con lo que el miedo pueda acabar. Obras como ‘James y el melocotón gigante’ (1961) o ‘Charlie y el gran ascensor de cristal’ (1972) gritan añoranza por  los cuatro costados, asociando el vuelo y el cielo a la libertad y la soledad. Sensaciones que solo estos dos contextos podían proporcionarle.


«… Y cuando llegó al borde del acantilado dio la impresión de que saltaba hacia el cielo, y se quedó suspendido durante unos segundos, todavía girando sobre sí mismo»


Fragmento de ‘James y el melocotón gigante’

 

Por Marina López