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08.06.2017

¿Ladrones o colaboradores? Fotografiando personas

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Existen muchas maneras de retratar al ser humano a través de la fotografía

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La exposición ‘Con los ojos bien abiertos. 100 años de fotografía Leica’ aúna imágenes creadas por 103 fotógrafos distintos, protagonizadas en su gran mayoría por la figura humana. Al recorrer la sala resulta fascinante comprobar la variedad de maneras en las que se  puede retratar a un sujeto, dependiendo del lenguaje particular de cada fotógrafo y de su manera de trabajar.

Por un lado nos encontramos con la obra de fotógrafos extremadamente silenciosos y discretos, expertos en el arte de pasar desapercibidos. Su decano puede considerarse Erich Salomon (1886-1944), fotógrafo a partir del cual surgió el término candid camera o “cámara sincera”: fue el primero en capturar a “Personajes famosos en momentos de descuido” (el título de uno de sus libros). Fotografiando en interiores armado con una Leica, sin flash y sin luces, consiguió ir más allá del clásico posado, despojando a distintas personalidades políticas de sus máscaras públicas.

 

  • Detalle de la fotografía 'Estación Central de Witebsk, Leningrado USSR' / Barbara Klemm (1987)

  • Detalle de la fotografía 'Miembros del parlamento holandés' / Erich Salomon (1935)

Barbara Klemm (1939) es otra maestra silenciosa, alguien a quien le interesa conseguir imágenes que «parezcan secretos». De hecho en ciertas situaciones ha llevado su Leica colgada no del cuello sino del hombro, para que se asumiese que llevaba un bolso, y en más de una ocasión ha tosido al apretar el botón de disparo para camuflar el sonido del obturador. Gracias a estas detectivescas técnicas ha logrado sacar fotografías realmente prohibidas, como una de 1987 en la que capturó a soldados rusos (prohibición uno) en el metro de Moscú (prohibición dos).

Fotografías que tampoco han recibido permiso pero que han sido conseguidas de una manera muy distinta son las tomadas por Bruce Gilden (1946). Este fotógrafo realiza en ocasiones retratos a personas que son conscientes y han accedido a ello, como las de la serie «Face», pero por lo general tira por la borda todo reparo y ataca a incautos transeúntes con un intenso flash a dos centímetros de sus caras. De hecho, dice no respetar a las personas “que usan un teleobjetivo y fotografían desde el otro lado de la calle”.

Respecto a las instantáneas robadas, Ramón Masats (1931), quien de hecho se define como «un robador de imágenes», al estilo de Salomon o Klemm, comenta que las personas “Tienen derecho a saber qué se va a hacer con su imagen”. Si hay que pedir permiso, eso sí, prefiere hacerlo después de haber tomado la foto: “Una vez vinieron unos editores de Estados Unidos que querían hacer algo sobre España y me contrataron. Me sorprendió que me dijeran ‘haz la foto a aquella mujer, pero antes hay que pedirle un permiso firmado’. Yo les decía, dejadme hacer la foto y luego le pido el permiso, porque si no, se pierde la espontaneidad” [x].

Al otro lado del espectro fotográfico respecto a los atracos a mano armada de Gilden o a los hurtos de Klemm se encuentra el trabajo de fotógrafos como Christer Strömholm (1918-2002) y Bruce Davidson (1933).

  • Detalle de la fotografía 'Jacky y Adèle', modelo de Chanel, del ciclo 'Las amigas de Place Blanche' / Christer Strömholm (1960)

  • Detalle de fotografía sin título de la serie 'Banda de Brooklyn' / Bruce Davidson (verano de 1959)

Davidson es el ejemplo perfecto del autor interesado en el establecimiento de una relación de total confianza e incluso de amistad con sus sujetos. En su proyecto sobre los Jokers, una banda juvenil de Brooklyn de finales de los 50, invirtió un año, aunque el contacto con ellos llegó a ser mucho más duradero. Durante su inmersión en la vida de estos jóvenes de 17 años (realizada cuando él tenía 25), los Jokers le “permitieron ser testigo de su miedo, su depresión, su rabia”, una apertura que ejerció verdaderos cambios en Davidson, que se convirtió en todo lo contrario a un observador objetivo: “Pronto, me di cuenta de que yo también estaba sintiendo su dolor. Estar cerca de ellos hizo que me volviese consciente de mis propios sentimientos de fracaso, frustración y rabia” [x].

Strömholm también logró introducirse en las vidas de una comunidad totalmente marginada, la que habían establecido diversas mujeres transgénero en el barrio de Pigalle durante los años 60. Imágenes de carácter marcadamente íntimo y cómplice componen la serie ‘Las amigas de Place Blanche’, cuyas protagonistas fueron retratadas desde la cercanía y el respeto. En palabras de Strömholm: “Tienes que estar interesado de verdad en las personas para hacer esas fotografías. Me gusta tener una buena relación con ellas. El respeto es importante” [x].