100 Años de Leica Con los ojos bien abiertos
21.06.2017

El momento del color

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La fotografía en color tuvo en la cámara Leica el aliado perfecto. Mientras grandes como Cartier-Bresson seguían apostando por el blanco y negro, otros como Fred Herzog encontraban en el color su sello.

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Hace falta valor para fotografiar algo tan banal como una peluquería. Y, además, en color. No olvidemos que estamos hablando de una época en la que el color era caro. Su revelado era complicado y pocos eran los laboratorios que se encargaban de ello. El material saturado de la película Kodachrome era menos delicado y, por eso, uno de los preferidos. El resultado era una diapositiva que, en el mejor de los casos, se podía proyectar en la pared.

 Todos estos motivos hicieron que los fotógrafos más comprometidos siguieran dedicándose a la fotografía en blanco y negro. De este modo permanecían en terreno seguro en cuanto a la estética, después de que grandes fotógrafos como Walker Evans o Henri Cartier-Bresson hubieran condenado el color diciendo que era vulgar o poco artístico.

El culto a lo extravagante

Sin embargo, podía ser que justo lo «vulgar», lo cotidiano y lo banal pidiera a gritos el color; sobre todo en una época en la que el mundo era cada vez más extravagante, colorido y pintoresco. De hecho, los años 60 fueron el punto de partida de una generación a la que le gustaba experimentar y explorar el mundo con la cámara Leica, y en color. Ya hace tiempo que personalidades como William Eggleston, Steven Shore o Joel Meyerowitz hicieron carrera con él.

Quizás más reciente fue descubrimiento internacional del trabajo de Fred Herzog. Alemán de nacimiento y canadiense por elección, con el paso del tiempo, ha sido tratado como uno de los grandes pioneros de la fotografía artística en color.

La mirada de Herzog

Fred Herzog, 'Man with bandage', 1968. Cortesía de Equinox Gallery, Vancouver ©Fred-Herzog, 2016.
Fred Herzog, ‘Man with bandage’, 1968. Cortesía de Equinox Gallery, Vancouver ©Fred-Herzog, 2016.

En los años 50, Herzog ya había empezado a fotografiar su nueva patria. Un clásico andariego que se deja llevar, no se cierra a experiencias y obtiene los momentos oportunos del flujo de la vida. Eso mismo hizo Henri Cartier-Bresson. Pero en blanco y negro.

Alguien lo ha calculado: Fred Herzog, que era fotógrafo científico de profesión, debió salir a fotografiar los edificios literalmente miles de tardes y fines de semana. Un artista obsesionado y humilde a partes iguales que vivió tardíamente su merecido reconocimiento, aunque no tardó demasiado.

«La fotografía», dice él mismo, «no tiene nada que ver con los cursos que has dado y la gente con la que has trabajado. En la fotografía expresas tu forma de ver el mundo y cómo te crees que eres tú mismo. Y tus ambiciones. Eso es lo importante».

Henri Cartier-Bresson dijo una vez que la fotografía implica alinear el corazón, los ojos y la mente. Fred Herzog, que con 87 años vive en Vancouver, ha adoptado este lema como suyo, eso sí, sin olvidarse del color.

*Foto de apertura: Fred Herzog, Main barber, 1968 Cortesía de Equinox Gallery, Vancouver © Fred Herzog, 2016.