La corrala LA CORRALA, EL BLOG DEL EQUIPO EDUCATIVO
16.03.2016

El edificio Telefónica y la Guerra Civil

Facebook twitter

¿Qué fue del edificio más alto de Madrid del 36 al 39? Te adentramos en uno de los capítulos más interesantes de la historia de este rascacielos

Facebook twitter

«El edificio era la diana de la ciudad y se conocía a la Gran Vía como la avenida de los obuses, ya que era por donde orientaba su artillería el ejército que asediaba la ciudad»

El edificio del que habla el escritor Arturo Barea en su novela La forja de un rebelde es el edificio de Telefónica, y es que durante los tres años que duró la Guerra Civil, el que fuera el primer rascacielos de Europa estuvo permanentemente castigado por el fuego de artillería.

• Un blanco fácil

El asedio de este edificio se debió a tres motivos. Primero, porque el frente estaba situado muy cerca, en el Cerro Garabitas de la Casa de Campo. Segundo, por su altura, que supera con creces la de las casas de alrededor. Esta característica conllevó que el ejército republicano lo utilizara como observatorio militar y las tropas franquistas como referencia para fijar los ángulos de tiro de la artillería. Tercero, porque por los equipos de conmutación que albergaba, se trataba del centro de telecomunicaciones más importante del país.

  • Observatorio del ejército nacional en el Cerro Garabitas, al fondo la ciudad de Madrid y la silueta del edificio de Telefónica

  • Observatorio del ejército nacional en el Cerro Garabitas, al fondo la ciudad de Madrid y la silueta del edificio de Telefónica

• Arturo Barea, censor

En el verano de 1936, al poco tiempo de comenzar la Guerra Civil, destinaron a Arturo Barea a la oficina de prensa extranjera y propaganda del Ministerio de Asuntos Exteriores situado en el edificio de Telefónica. En noviembre de ese mismo año, cuando Luis Rubio Hidalgo, el hasta ese momento responsable de la oficina de censura, se marchó a Valencia junto al gobierno de Largo Caballero, Barea heredó el cargo.

Situada en la quinta planta, esta oficina controlaba las informaciones que los corresponsales extranjeros enviaban a sus periódicos sobre la marcha de la guerra. El propio escritor explica su funcionamiento:

«La organización era sencilla: los periodistas tenían su propia sala de trabajo en el piso cuarto, escribían sus informaciones en duplicado y las sometían al censor. Una copia se devolvía al corresponsal, sellada y visada, y la otra se mandaba a la sala de conferencias, con el ordenanza. Cuando se establecía la comunicación telefónica con París o Londres, el corresponsal leía en alta voz su despacho, mientras otro censor sentado a su lado escuchaba y, a la vez, a través de micrófonos, oía la conversación accidental que pudiera cruzarse. Un conmutador le permitía cortar instantáneamente la conferencia»

Algunos de los periodistas que transmitieron sus crónicas de guerra desde esta sede fueron Ernest Hemingway, Antoine De Saint-Exupéry, Josephine Herbst o John Dos Passos. Además de la oficina de censura, estos grandes escritores frecuentaban el restaurante Miami y el bar Chicote (entonces recién fundado), y se solían alojar en el hotel Florida de Callao, situado a poca distancia del rascacielos.

  • Arturo Barea

  • Hemingway en el Frente de Aragón

  • John Dos Passos

• Un arquitecto preocupado por su obra

Hacía tan solo seis años que se había inaugurado el edificio Telefónica cuando estalló la Guerra Civil. Las tropas franquistas llegaron a la capital en otoño de 1936, momento en que empezó el Sitio de Madrid que duraría hasta marzo de 1939, un mes antes de que terminara la contienda.

En cuanto comenzaron los ataques, se desalojó parte del rascacielos. Dice Barea: «Los pisos encima del piso octavo estaban abandonados. El ascensor, cuando subía al piso trece, lo hacía generalmente vacío; allí no había nadie más que unos pocos artilleros que mantenían un puesto de observación». Pero mientras la parte superior estaba vacía, los sótanos del edificio, al igual que ocurría con la estación de metro de Gran vía, se llenaban de gente en busca de refugio cada vez que tenía lugar un bombardeo.

  • Estación de metro de Gran Vía utilizada como refugio durante los bombardeos

  • Sacos terreros protegen la fachada de Gran Vía del edificio Telefónica

  • Sacos terreros protegen la fachada de Gran Vía del edificio Telefónica

  • Chaflán de Gran Vía con Fuencarral

  • El rascacielos visto desde la acera de enfrente

Ignacio de Cárdenas, el arquitecto del rascacielos al que en breve se le va a dedicar en el Espacio una pequeña exposición monográfica vinculada a la Historia de las Telecomunicaciones, iba cada día a observar y marcar en un plano los impactos que su obra había recibido. Tras cada ataque, él mismo organizaba las labores de mantenimiento y restauración necesarias. La parte más castigada fue la fachada que daba a la calle Valverde, ya que al estar orientada al oeste era la más cercana a la Casa de Campo.

A pesar del fuego constante al que estuvo sometido, el edificio aguantó y dio servicio como central de comunicaciones durante toda la guerra. Esta firme resistencia llenó de orgullo al arquitecto, quien muchos años después escribió en su diario:

«Después de todo en tantos años ¡qué pocas cosas se recuerdan como algo que hizo latir fuertemente nuestro corazón! […]
Yo recuerdo emocionado algunos instantes […] la vista de Madrid desde el tren aquel 13 de junio de 1944, cuando volvía de Francia con un polizonte novato a mi lado y ver mi Telefónica que había aguantado firme los desastres de la guerra».